Foro: Las olvidadas muertes por ahogamiento

Nacionales y extranjeros hacen caso omiso de la señalización en las playas, por lo cual urgen otras medidas

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A pesar de la prohibición total o parcial para la visitación de nuestras playas en los meses anteriores, en lo que llevamos del año cuando menos siete personas murieron ahogadas.

En dos días —7 y 8 de agosto— se ahogaron tres personas en playas del Pacífico. Tan lamentables sucesos, aunque informados por la prensa como hechos aislados, son parte de una problemática existente en Costa Rica desde hace décadas.

Aproximadamente 900 personas fallecieron de esta manera en los últimos 20 años, muchas de ellas extranjeras.

Costa Rica es el segundo país —después de México— donde más turistas estadounidenses mueren ahogados y donde esta es la segunda causa de muerte accidental entre visitantes foráneos, lo que obliga a cuestionarnos por qué y cuál sería una estrategia para erradicar el problema.

Nuestro territorio marino es diez veces el terrestre; sin embargo, históricamente ha sido un país que vive “de espaldas al mar” y los asuntos marino-costeros quedaron rezagados.

Así, por ejemplo, no contamos con medidas confiables acerca del aumento del nivel del mar debido al cambio climático, la metodología para determinar la zona marino-costera es obsoleta, los planes reguladores de las costas no incluyen amenazas como corrientes, olas de tormenta, sunamis.

Aunado a lo anterior está la gran carencia en la enseñanza primaria y secundaria sobre los procesos físicos (oleaje, corrientes) y los recursos (vivos y minerales) existentes en el mar y las costas.

No es de sorprender que el ciudadano costarricense promedio tenga poco conocimiento de los fenómenos marino-costeros y su potencial peligrosidad.

Señalización. Como una iniciativa para mejorar la seguridad de los bañistas, el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) apostó por colocar en las playas más visitadas señales informativas donde se describen los riesgos, como, por ejemplo, las corrientes de resaca. Estas son generadas donde las olas revientan y fluyen en dirección mar adentro, a velocidades de entre 1 y 3 metros por segundo.

Para mejor comprensión: un nadador profesional alcanza una velocidad de aproximadamente 2 metros por segundo, por lo que las corrientes de resaca son capaces de arrastrar fácilmente a un bañista hacia aguas profundas.

Según testigos, las víctimas citadas en el párrafo primero fueron arrastradas por este tipo de corrientes. La estrategia de usar señales de alerta es buena, suponiendo que los turistas las lean. Sin embargo, publicaciones científicas recientes demuestran que los turistas, por lo general, no prestan atención a las señales y, si lo hacen, tienden a menospreciar el riesgo.

Aunque la señalización en las playas es de rigor, no es suficiente para disminuir las muertes por ahogamiento.

Guardavidas. Una estrategia demostrada como eficaz para la prevención son los guardavidas. Como resultado de una colaboración entre la Universidad Nacional, el ICT, la Cruz Roja, el Ministerio de Salud, el INA, el Servicio Nacional de Guardacostas y la Embajada de los Estados Unidos, en diciembre del 2019 se promulgó la Ley 9780, denominada Implementación de unidades de guardavidas en la playas nacionales.

Según la ley, corresponde a los gobiernos locales la contratación de guardavidas profesionales para vigilar las playas en su jurisdicción. La medida debería acompañarse de otras acciones que contribuyan a la mitigación de las muertes por ahogamiento, como el monitoreo continuo de la morfología de las playas y mediciones de las corrientes marinas, acciones clave para determinar los lugares más seguros para los bañistas.

Además, debería establecerse la enseñanza de la fenomenología marino-costera a turistas y trabajadores relacionados con la industria turística, tales como choferes, guías, policías y personal de hoteles, restaurantes y bares, entre otros.

También es necesaria la inclusión de esta materia en el plan de estudios de escuelas y colegios. De este modo, lograríamos mejorar la seguridad en las playas de este, más que verde, país azul donde vivimos.

Los autores son investigadores de Observación de Procesos Costeros del Departamento de Física de la Universidad Nacional