Foro: La nueva anormalidad

El teletrabajo significa más consumo de agua y luz, y exige privacidad, ¿pueden con todo esto los costarricenses?

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Un respetable grupo de especialistas advierten sobre las irreversibles consecuencias que dejará la covid-19. Pareciera ser que se han apropiado de los instrumentos utilizados en algún momento por Nostradamus, de las famosas bolas de cristal que rebasaban el futuro o de los mágicos brebajes de Merlín.

Sin recato alguno, nos hablan de una nueva normalidad, de cambios tecnológicos que transformarán para siempre a la humanidad y de un centenar de derivaciones apocalípticas y escalofriantes.

Está claro que las experiencias que estamos viviendo a raíz de esta terrible pandemia dejarán una huella muy profunda, que las consecuencias económicas serán graves y que, en efecto, habrá una aceleración exponencial en el uso de ciertas plataformas tecnológicas que hace unos meses ni siquiera sabíamos de su existencia.

Casas oficina. Entre mis colegas, se habla de una reforma inmobiliaria que alterará para siempre los conceptos que durante años hemos venido desarrollando.

Nos advierten de que el teletrabajo vino para quedarse y empresas que antes de la pandemia necesitaban cientos de metros cuadrados para llevar a cabo sus operaciones, desempeñarán las mismas funciones en tan solo un tercio de ese espacio.

Detengámonos unos segundos y evaluemos esa propuesta. De suceder, el efecto de cascada sería tan grande que pronto percibiríamos las carencias jurídicas y de infraestructura requeridas para asumir el reto.

El sector inmobiliario ha experimentado en los últimos años un crecimiento exponencial de soluciones en superficies realmente reducidas. Es común encontrar apartamentos de 50 metros cuadrados o menos, y de ahí me surgen un puñado de dudas.

Imagine a cientos de costarricenses haciendo teletrabajo en un espacio para vivir de tales dimensiones. Pensemos por un instante que en ese apartamento vive una pareja y ambos necesitan puestos de teletrabajo permanentes o sustanciales. ¿Cómo se las arreglarán para encontrar un santuario de privacidad donde puedan participar en una videoconferencia sin invadir al otro?

Agreguemos a uno o dos niños en edad preescolar y, de repente, es materialmente imposible para ese núcleo familiar adaptarse a esta nueva realidad.

¿Producirá un resurgimiento de viviendas con espacios más amplios? ¿Se tornarán anticuados e inoperativos los microapartamentos?

Sea cual sea la respuesta, el cambio pronosticado para la actividad empresarial terminará por dar nueva forma a lo que realmente necesitaremos para vivir en esta modernidad.

Asuntos para pensar. Llevemos ahora el teletrabajo a las municipalidades. No se requieren patentes para laborar en los lugares donde vivimos, pero ¿qué ocurrirá cuando esos lugares se transformen en miles de satélites laborales? ¿Habrá que tramitar una patente especial? ¿Quién pagará el costo? Estas preguntas parecen distantes, mas si la nueva normalidad en verdad llegó para quedarse, es un buen ejercicio empezar a encontrar respuestas.

Lo mismo se infiere de los riesgos laborales. Hoy, el trabajador está protegido mientras permanece donde se desempeña y durante el desplazamiento al ir o salir de su lugar de empleo.

¿Qué posición tomará el legislador o el juez cuando un empleado sufra un accidente en la casa en la jornada laboral?

Otro asunto es el de los servicios públicos. De repente, las grandes empresas que redujeron sus centros de operaciones pagarán menos por el alquiler, la electricidad, la Internet y el teléfono, entre otros. ¿Quién debe asumir ese costo que ahora se le traslada al trabajador porque está en su casa?

Las implicaciones de esta nueva normalidad son infinitas e impensables, y solo expuse lo que se percibe a simple vista. Dejo pendiente una decena de cuestiones relacionadas que podrían tornarse en un incremento sustancial en los casos de violencia intrafamiliar, salud mental y el derecho de todo ciudadano a una vida digna.

A diferencia de los que se atreven a adivinar el futuro, me siento más confortable al pensar que esto que estamos viviendo es solo una anormalidad. Un bache en el camino. Un punto y seguido más largo de lo normal.

No me atrevo a presagiar el futuro, pero sí pongo las manos en el fuego por la resiliencia del ser humano, por su capacidad de adaptación y por su sentido permanente de solidaridad. Somos seres esencialmente sociables y la caricia suave sobre la piel jamás podrá ser sustituida.

astern@lawgical.cr

El autor es escritor y abogado especialista en derecho inmobiliario.