Foro: La economía del bienestar

Es necesario entender en toda su dimensión en qué consiste el verdadero propósito del progreso humano.

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Se habla hoy de construir lo que llamamos economía del bienestar para beneficio de las personas y el planeta. Algunos dirán que se trata de una visión utópica, pero cada día es compartida por más personas ahí fuera, en el mundo real.

Es una tarea enorme transformar la economía. Partamos de que tenemos un sistema económico estructuralmente dependiente del crecimiento. Tenemos ejemplos de logros que nos hacen pensar que el modelo ha funcionado. Las mamás y sus bebés sobreviven hoy al parto a tasas inimaginables hace varios años. La esperanza de vida ha aumentado en el mundo. El analfabetismo ha bajado y muchas otras estadísticas han mejorado a lo largo de un siglo.

Los buenos resultados se deben a la utilización de los frutos del crecimiento para invertir en nuestras instituciones, como en los sistemas de salud y educación, especialmente para los de menos recursos.

Pero por todas partes están apareciendo muestras de que no estamos siendo capaces de mantener lo conseguido. La gran pregunta entonces es: ¿Están comenzando a podrirse los frutos del crecimiento? De acuerdo con Katherine Trebeck, de la Wellbeing Economy Alliance, existen razones de peso para creer que mantener la receta de la economía del crecimiento se torna sumamente peligroso.

Efecto contrario. Al igual que con la sal, un poco de ella cuando no tenemos suficiente es útil. Lo mismo ocurre con el crecimiento cuando no lo tenemos. Pero si lo seguimos buscando cada vez más, sus beneficios se vuelven marginales y terminaremos haciéndonos daño a nosotros mismos y al planeta.

Esto se debe a que una gran parte de lo que generamos en beneficio lo tendremos que gastar en reparar y limpiar el daño que el mismo sistema económico produce. Para ilustrar lo anterior, analicemos los costos en limpieza después de una inundación; los generados por los efectos del cambio climático, como los incendios forestales; o los asociados a la limpieza de derrames de petróleo.

Gran parte de esos gastos es evitable, y Trebeck los llama “gasto defensivo-reactivo evitable”. La forma como medimos los supuestos efectos positivos del crecimiento también acarrea riesgo. Parámetros como el producto interno bruto general y per cápita miden la realidad de las personas en forma pseudosatisfactoria.

Mientras esperamos respuestas relacionadas con resolver necesidades naturales, como un trabajo decente y seguro, medios de subsistencia y un entorno natural de calidad, las mediciones economicistas solo provocan insatisfacción. Indicadores positivos no tienen sentido si no reflejan lo que percibimos en nuestra realidad cotidiana.

Esto está produciendo insatisfacción y enfrentamiento en todas partes, aun en las sociedades que se supone son económicamente exitosas.

Encontrar un propósito. ¿Dónde y cómo encontrar las respuestas para alcanzar lo que como seres humanos anhelamos? ¿Cómo hallar un sistema diferente que no sea tan inseguro ni tan precario?

Se hace necesario entender a fondo en qué consiste el verdadero propósito del progreso humano. La tecnología nos permite saber y medir qué es lo que nuestro cerebro percibe como la felicidad. Escáneres cerebrales de neurocientíficos indican las áreas de nuestro cerebro que se iluminan cuando somos felices. Lo que nos hace mental y físicamente saludables está relacionado con el trabajo tesonero, las vidas honestas y la apertura a externar nuestros sentimientos. También, con más contacto con amigos y familiares.

Necesitamos un sistema económico capaz de darnos conexión a través de instituciones que nos lo faciliten, en las que estemos involucrados, construido sobre el compromiso de los ciudadanos del mundo, pero fuertemente arraigados a sus comunidades locales.

La economía del bienestar tiene que basarse en la regeneración y la protección del planeta, precioso y único del que dependemos. Debe basarse en la equidad y la entrega de justicia en todas sus dimensiones. Tiene que ver con garantizar la dignidad a todos, asegurarnos suficiente para vivir y generarnos una sensación de propósito y significado para nuestra existencia.

Sé que faltan muchas respuestas: ¿Cómo se construye tal sistema económico? ¿Cómo nos organizamos para estructurarlo? ¿Cuáles serían las regulaciones? Tenemos los recursos, el conocimiento y la tecnología. Solo nos falta la voluntad para construirlo.

ronald.alvarez@gmail.com

El autor es economista.