Foro: ¡Justa y necesaria!

Abundan razonamientos y hechos económicos que hacen añicos la xenofobia y la aporofobia

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El fenómeno migratorio es de participación omnímoda y atañe a la jurispericia. Tanto positivistas como iusnaturalistas han de reconocer la coherencia del derecho a la hospitalidad kantiano como pilastra del jus gentium.

Los primeros, para romper una asimetría legal y por la amplia gama de instrumentos que siguieron a los numerales décimo tercero y décimo cuarto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) en amparar la libre circulación.

Los segundos, por las razones que el mismo filósofo alemán esgrimió: al ser la tierra un cuerpo finito, la humanidad ha de aprender a convivir y, dado que el lugar de nacimiento es aleatorio, nadie posee más derecho que otro a la estadía en un sitio.

Como bien apuntó Hannah Arendt, si no hay persona física que pueda reclamar el planeta para sí, tampoco puede hacerlo una suma de estas.

Empero, el tópico también es asunto de la catalaxia; de ella se recibe un corolario que —a los ojos del lego— resulta asombroso: abrir las fronteras no solo es la única vía que reconoce los principios pro homine y pro libertatis, sino también la que alcanza un tenor de vida elevado.

Economía contra la discriminación. Abundan razonamientos (ventajas comparativas ricardianas) y hechos (la ley Hawley-Smoot provoca una guerra arancelaria que agudiza la Gran Depresión) económicos que hacen añicos al proteccionismo, pero también los hay que hacen lo propio con la xenofobia y con lo que Adela Cortina definió como aporofobia.

No puede negarse, la crematística es un edificio intelectual que ha crecido en altura y belleza con el pasar de las centurias, pero sus cimientos fueron colocados por la escuela clásica y uno de sus ladrillos más preciados es decimonónico: la ley de Say, cuya implicación más poderosa es la imposibilidad de una crisis de sobreproducción generalizada con precios flexibles, pero que se populariza como «la oferta crea su propia demanda».

La llegada de foráneos incrementa la oferta de mano de obra, de la que se sigue —ante la mayor capacidad productiva— un aumento análogo en la demanda por bienes y servicios, lo cual impulsa a su vez —dada la escasez relativa y con una escala de valoraciones superior— una mejora de bienestar en términos de la tasa de paro y el crecimiento de los salarios reales a largo plazo.

El mismo resultado ofrece la modernidad del modelo de competencia monopolística de Paul Krugman (según la cual la apertura comercial tiene un efecto idéntico a la de flujos de personas) con su ampliación de la diversidad de bienes gracias a un mercado más amplio y mejor provisto de insumos.

Fantasía desfasada. No solo eso. Incluso proyectos tan ambiciosos como la Unión Europea no sobrevivirían sin interacción total entre países: el trabajo de Mundell sobre las zonas monetarias óptimas demuestra que la libre circulación de trabajadores y capitales genera el ajuste de precios requerido para el pleno empleo, al llevar ocupación a las regiones donde menos abunda.

Es más, puede pensarse en la llegada de extranjeros como un aumento del acervo de conocimiento tácito hayekiano, que permite el desarrollo de la función empresarial (en el 2016 más de la mitad de las empresas en Silicon Valley tenían por lo menos una persona fundadora no nacida en los Estados Unidos).

Son la verdad acendrada y la rigidez de los teoremas las que sustentan que la «imaginería de la invasión masiva» —como lo llama Saskia Sassen— sea anacrónica a los ojos de las ciencias jurídicas, así como a los de las económicas. En otras palabras, la apertura en toda regla es científicamente justa y necesaria.

Si bien el contexto mundial pandémico imposibilita el que este derecho se ejerza en su máxima expresión —y cada Estado posee la libertad de moderarlo, según el artículo 79 de la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares (1990)—, todo lo escrito hasta este punto no hace más que brindar sustento a lo que la moral impele: la sustitución de las barreras imaginarias por los lazos reales.

marcomonge10@gmail.com

Estudiante de economía.