Foro: Cuando las abuelas se equivocan

No son ciertos los viejos dichos ‘no coja frío’ o ‘no se quede mojado’, los científicos descubrieron por qué.

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Los escritos de Hipócrates (460 a. C.) ya indicaban una relación directa entre el frío “de los aires”, la humedad y las enfermedades.

Cuando baja la temperatura, aumentan los resfriados, sobre todo en los países de cuatro estaciones; ahí, la mayoría de las personas sufren entre dos y cuatro resfriados al año, y más en los niños.

Un trabajo publicado en Nature Chemical Biology aportó una explicación científica mediante el estudio de la exposición del virus de la gripe a diferentes temperaturas; en las más frías, observaron que la película de lípidos que envuelve el núcleo del virus adquiere una estructura más rígida y robusta, gelatinosa, que al contacto con el calor del cuerpo humano se debilita, liberando más fácilmente el material genético del virus dentro de la célula huésped y, en consecuencia, favoreciendo la transmisión.

Uno de los efectos colaterales del frío es que los seres humanos tienden a encerrarse en sus casas, colegios y centros de trabajo. El hacinamiento incrementa la transmisión por contacto personal, además de la exposición a saliva y moco en el aire y diferentes superficies.

Por otra parte, la falta de humedad ambiental forzada por usar calefacciones cuando las temperaturas bajan debilita las mucosas, por lo cual la nariz se convierte en blanco fácil para los virus y otros gérmenes. La situación ocurre también cuando se encienden los aires acondicionados, pues acaban con la humedad del entorno y le hacen el trabajo más fácil a la transmisión viral.

No obstante, no todo es cuestión de frío, humedad y hacinamiento; hay países helados donde se producen menos brotes de gripe, e incluso algunas personas no se enferman. La explicación estaría relacionada con el sistema inmunológico de cada sociedad y ser humano.

Como ejemplo, veamos la actual pandemia. El frío invernal de Wuhan, China, de 4,7 °C, coincidió con la explosión de la epidemia. En Italia, segundo país más golpeado, la temperatura promedio alcanzaba los 12 °C; sin embargo, grados más o grados menos no estuvieron asociados directamente a la epidemia en esas naciones.

Lo que sí es cierto es que un prolongado invierno, generador de tristeza y caída en las defensas de las personas, es propicio para la transmisión de este tipo de virus.

Al contrario, el clima veraniego y tropical pone en movimiento a la gente y sus defensas resultan gananciosas mediante la activación de la vitamina D. Pero tal comportamiento no significa que temperaturas superiores a 26 °C eliminan los virus; si fuera así, no invadirían, y mucho menos sobrevivían, en el cuerpo humano, cuya temperatura normal es de 37 °C. El enemigo de los virus es la luz ultravioleta del sol y el fortalecimiento del sistema inmunológico.

dmora@aya.go.cr

El autor es salubrista público.