Formando ciudadanos íntegros: la educación en tiempos de crisis

Desde la filosofía hasta la antropología son cimientos teóricos esenciales para revitalizar un sistema educativo que enfrenta múltiples retos

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El sistema educativo sufre las consecuencias de la falta de sustento filosófico y antropológico. De ahí derivan serios problemas que van desde la pedagogía hasta la gestión de los servicios básicos.

Las políticas públicas deberían responder a una idea clara de lo que se entiende como persona, en su sentido más amplio, y establecer las necesidades que debe suplir integralmente el sistema educativo.

La ausencia de discusiones relativas a la antropología educativa convierten a las escuelas y los colegios en centros de actividades y lecciones sin el norte social requerido para el desarrollo de la gente libre, con valores y virtudes, y en quienes la ética, en su sentido más amplio, sea la norma y no la excepción.

Los planes de estudio, la construcción y mejora de centros educativos, la formación, la contratación y la evaluación docente, el reglamento de evaluación y medición de los aprendizajes y la gestión de aspectos como transporte, alimentación y becas deben responder a una visión nítida de los fines filosóficos y antropológicos de la educación.

La crisis educativa es de ideas, porque los demás problemas son consecuencia de la falta de claridad acerca de lo que se considera persona y educación. Tenemos un sistema instructivo y no formativo, que logra el aprendizaje de conocimientos básicos, pero está muy lejos del desarrollo integral de los estudiantes.

La falta de ideas se traduce en acciones que sin elevados propósitos ponen y quitan pruebas nacionales, construyen escuelas y colegios sin análisis demográfico o socioeconómico de las regiones, remienda y emparcha un sistema agotado que no sabe hacia dónde va.

La educación utilitaria, esto es, la que se enfoca solo en preparar estudiantes para el futuro laboral, descuida aspectos primordiales del desarrollo pleno y no faculta al alumnado para el ejercicio de deberes y derechos.

Por eso ya no se lee a autores que en el siglo pasado eran obligatorios en secundaria, por ejemplo, Kafka, Miguel de Cervantes, Borges y otros grandes que son desconocidos para estudiantes y nuevos profesores.

La instrucción se tornó laxa, sencilla y potable, aprobada por autoridades que en su cosmología y visión antropológicas decidieron que la sociedad merecía la educación facilista.

Gestionar el sistema educativo administrativa y presupuestariamente ocupa el interés de las autoridades, con las cuales tampoco se puede discutir acerca del pensamiento filosófico de la educación, porque les son desconocidos autores como José María Barrio Maestre, Ricardo Yepes o Robert Spaemann.

Si los estudiantes ven como fin aprobar pruebas y pasar de grado, las cabezas temporales del MEP también procurarán dejar una impronta leve en su cuatrienio. Aunque se autodefinan como salvadores de la educación, solo gestionarán recursos porque carecen de sustento teórico en antropología educativa.

Como la crisis educativa es de ideas, lo primero debería ser volver a lo básico de los fines de la educación, definir un marco referencial que con sustento sólido diseñe la transformación educativa acorde con la sociedad del avanzado siglo XXI.

Para esto deben actualizarse las políticas educativas en lo que corresponda, luego, ajustar las leyes y los reglamentos a la visión y, por último, tomar acciones concretas para mejorar la mediación pedagógica.

La vía contraria, de remiendos e improvisaciones, acrecienta el deterioro del sistema educativo, porque sin rumbo todo puerto es bueno.

Los conceptos de dignidad humana y libertad deben prevalecer en la educación con profundo sentido ético, y de ahí desprender una excelente formación en letras, ciencias, artes, idiomas y tecnología. Se trata de formar mejores personas, luchar contra una sociedad en la que los antivalores y el pragmatismo están dominando.

Cuando un estudiante de último año sea capaz de analizar la obra de Sócrates y un jerarca educativo analice la de Dario Antiseri, iremos en el camino correcto y quizás haya una ruta verdadera.

Es impostergable que volvamos a una educación para formar personas y, como decía Savater, con una ética de urgencia.

rmoragoni@hotmail.com

El autor es educador.