Facebook no ‘me divierte’

Entre las características más populares de Facebook se encuentran sus perversas reacciones

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Si bien las redes sociales se han diversificado, Facebook sigue siendo una de las más usadas, y entre sus características más populares se encuentran las reacciones, que permiten, con un clic, aprobar o censurar el contenido que se nos antoje. Así, mientras a unos les gusta el resultado de un partido de fútbol a otros les molesta.

Pero, cuando se trata de temas serios, más allá de estar a favor o en contra, reírse del otro viene a ser una reacción que debe revisarse.

En el caso de las publicaciones de los medios de comunicación, comprendo que “con razón, sin razón o contra ella” (parafraseando a Unamuno) haya personas que duden de su veracidad o certeza.

Los medios tienen puntos de vista, también los lectores, pero hacer un cuestionamiento o juicio crítico de la información disponible no implica hacer mofa del que publica o del que cree en la publicación.

El intento de anular al interlocutor por medio de la burla muestra carencia de argumentos. Hay un paso enorme entre no creer y burlarse del que cree; un paso que resta humanidad.

Una cosa es desconfiar del gobierno, otra es reírse del que confía; una cosa es guardar distancia de las religiones, otra es tratar de brutos a los creyentes; una cosa es dudar de las vacunas, otra es hacer guasa de quien se las pone; lo mismo vale a la inversa.

A fin de cuentas, tanto el que quiere la vacuna como el que rehúye de ella confían en estar tomando la decisión correcta, y bien decía Fabián Dobles que “hay derecho a encender una velita en todo trance oscuro, aunque la velita esté equivocada”.

Aún más preocupantes son las reacciones “me divierte” cuando las publicaciones tratan sobre homicidios, robos, desapariciones, guerras y accidentes, para citar solo algunos casos.

No logro comprender qué tiene de divertido, por ejemplo, la muerte de otro ser humano, una estafa a una persona inocente, una desaparición, el dolor ajeno. Y si bien una reacción no nos dice qué hay o falta en la mente de una persona, por lo menos nos da indicios.

Como también afirmó Unamuno, “en nada como en la burla se conoce la maldad humana”. En la necesidad de humillar o invalidar asoman las propias debilidades, las individuales, pero también las que tenemos como país, que encuentra más sentido en basurear al otro que en buscar diálogo y entendimiento, o al que no le interesa convencer, sino destruir.

Ante criterios distintos, deben prevalecer el diálogo y la razón; ante el dolor ajeno, la empatía. Tomarse en broma este tipo de situaciones no deja de ser un asunto serio que, en lugar de risa, debe llamar a la reflexión sobre el tipo de sociedad en la que nos hemos convertido.

daxlion@gmail.com

El autor es psicólogo.