Europa y el dilema cubano

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Don Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea, presumo que por indicación de Felipe González, del ministro Solana y de Carlos Solchaga, está empeñado en que la Unión Europea firme con Cuba un Acuerdo de Cooperación, entre otras razones, porque "es el único país de América Latina con el que la UE todavía no ha celebrado uno".

Mal razonamiento. Es perfectamente explicable que Cuba sea "el único país de América Latina con el que la Unión Europea todavía no ha celebrado un Acuerdo de Cooperación". Al fin y al cabo, los cubanos padecen la única dictadura de todo el continente, el régimen de Castro es el único de esa región que no ha surgido de unas elecciones libres, y la Unión Europea -muy sabiamente-, antes de pactar, les exige a los países de esa zona un comportamiento democrático. Más aún: cuando Pinochet, en 1973, dio el golpe militar, la Unión Europea invalidó el Acuerdo que existía.

Naturalmente, si la Unión Europea hoy firmara con Cuba un acuerdo del que se excluyera la "cláusula democrática" estaría convalidando la tiranía, invitando a la ruptura del orden institucional en otros países, y estableciendo una ofensiva discriminación contra el pueblo cubano. Pero, en cambio, si la Unión Europea firmara con el gobierno de Castro un Acuerdo de Cooperación en el que se incluyera la "cláusula democrática", mientras ese régimen mantiene su perfil de dictadura de partido único que no vacila en violar sistemáticamente los Derechos Humanos de sus ciudadanos, en ese caso quienes representarían un papel lamentablemente cínico serían los gobernantes que estamparan su firma bajo un texto deliberadamente viciado de origen.

Dictadura y modelo económico

Sigo con el documento, y me detengo ahora en lo que aparenta ser una convicción razonable. La Comisión estima que la UE debe potenciar la participación activa de Cuba en la comunidad internacional -y se refiere fundamentalmente al terreno económico- porque de ahí se derivará una profundización del cambio y la apertura. ¿Es esto cierto? ¿No estamos ante una benevolente construcción teórica basada en el deseo y la buena voluntad más que en la experiencia práctica?

De Somoza a Velasco Alvarado, pasando por Perón y Getulio Vargas, hay cien ejemplos que desmienten esa hipótesis. ¿No será que las dictaduras se mantienen por una inercia interior y una habilidad represiva en gran medida independientes del modelo económico en que la sociedad realiza sus transacciones? ¿Sirvió de algo, en el pasado, que Estados Unidos le otorgara a la Rumania de Ceausescu el tratado de "nación más favorecida"? En América Latina hemos tenido largas dictaduras abiertas y cerradas al exterior, populares y elitistas, civiles y militares, de izquierda y de derecha, sin que la suerte de esos regímenes de fuerza pareciera depender de la intensidad o el estilo de los lazos económicos mantenidos con el exterior.

¿Cómo puede decirse -y el informe de la Comisión lo afirma en la página 3- que la "inesperada" supervivencia del castrismo, tras el derrumbe del bloque socialista, puede explicarse por el temor de la población al exilio de Miami?

¿No es eso culpar a las víctimas y buscarle una coartada a la tiranía para no asumir la más obvia de las conclusiones? Esto es, que el régimen sobrevive porque está decidido a utilizar el terror y la represión hasta donde sea necesario para garantizar su poder. ¿Por qué no cae la dictadura China? ¿Por el temor del pueblo a los taiwaneses o porque el gobierno de Pekín está dispuesto a sembrar el país con mil "Tiananmen" con tal de sostenerse? La dictadura de Castro sobrevive, como sobreviven la de Corea del Norte, la de Viet-Nam o la de Iraq, porque es muy difícil desalojar del poder a una camarilla que no vacila en recurrir a la represión sin límite ni escrúpulos. Tan sencillo como eso.

¿Hay reformistas en Cuba?

Por otra parte, ¿con qué base puede afirmarse, como se lee en el informe de la Comisión, que la resistencia del régimen también se debe a "la aparición de equipos de reformadores que parecen extender y reforzar cada vez más sus posturas"?

¿Quiénes son esos reformadores? ¿Por qué no se les menciona en el texto? ¿Acaso Ricardo Alarcón, el Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y presunto Delfín de Castro, quien el 10 de mayo pasado, probablemente respondiendo a unas declaraciones de Carlos Solchaga, decía al periódico El siglo de Chile lo siguiente "Puede haber algún idiota que crea que vamos al capitalismo, pero todo lo que hacemos es para salvar las conquistas del socialismo"?

¿Cuántas veces Fidel Castro, Carlos Lage, Roberto Robaina y José Luis Rodríguez -los tres últimos constantemente mencionados entre los supuestos reformistas- tienen que decir que "la revolución" jamás abandonará el socialismo o el partido único para que los demócratas de Occidente tomen en serio sus palabras?

Ese análisis, el de Marín, aunque teñido de la mejor voluntad, francamente, ignora la realidad cubana. En Cuba no hay más reforma que la que Castro autoriza, y Castro no autoriza más reforma que la que le dictan la dureza de la crisis y su instinto de supervivencia.

¿Por qué se invita a los inversionistas extranjeros a participar en joint-ventures con el Estado cubano? ¿Para privatizar empresas estatales como resultado de súbitas convicciones reformistas? No, todo lo contrario: para salvar monopolios estatales a punto de extinguirse por falta de materia prima, repuestos y mercados.

¿No es evidente que lo que va reduciendo el perímetro del sector público y le desarbola milímetro a milímetro su estado totalitario es la falta de recursos? ¿Por qué hay menos soldados hoy que hace tres años? ¿Porque los Castro se volvieron civilistas o porque no podían sostener un aparato militar gigantesco?

La verdadera apertura

Lo que quiero decir con esto es que la ayuda que se le dé al gobierno de Castro no será empleada para ampliar el círculo de las libertades, sino para afianzar a un dictador que lucha a brazo partido por no perder un átomo de su autoridad y control.

Para los cubanos que creemos en la democracia, en la diversidad y en el respeto por el prójimo, es sumamente importante que la Unión Europea no firme a ciegas con Cuba un Acuerdo de Cooperación que sería presentado como un acto de legitimación de la dictadura. Ese documento nunca debería ser refrendado a menos que se cumplan cuatro requisitos básicos: que se decrete una amnistía política, que se legitime la existencia de organizaciones políticas independientes; que se disuelvan las turbas paramilitares conocidas como Brigadas de Acción Rápida y que se autorice la libre entrada y salida del país a todos los cubanos. Sin esas mínimas concesiones, firmar con Castro un Acuerdo de Cooperación más que un error es un golpe durísimo contra quienes luchan por la libertad de Cuba. Sencillamente, un acto impropio de la mayor institución democrática del planeta.

(Firmas Press)