¿Estadios o bibliotecas?

No sé a quién le correspondió decidir si debía construirse un estadio o una biblioteca

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El 14 de noviembre, El Salvador inauguró su nueva biblioteca nacional. Con un área de construcción de 23.764 metros cuadrados, divididos en siete niveles, cuenta con, entre otros servicios, auditorios para conferencias, espacios para personas con discapacidad, áreas de exhibiciones de arte, acceso a más de nueve millones de libros, revistas y documentos históricos en formato digital, tecnología y salas de inmersión con simuladores.

La biblioteca estará abierta al público todo el día y toda la noche durante la semana, constituyéndose en la primera en el mundo con un horario tan amplio de servicio y una de las mejores de Latinoamérica. La estructura fue donada por el gobierno de China y su costo fue de $50 millones.

Un hecho tan significativo me recordó que el 26 de marzo del 2011 se inauguró en Costa Rica el nuevo estadio nacional, también donado por China, con un costo superior a los $100 millones.

No sé a quién le correspondió decidir si debía construirse un estadio o una biblioteca en el país; no sé si el gobierno de China preguntó qué queríamos de regalo, si una bola o un libro.

Si bien ambos son significativos para el desarrollo de la población, 12 años después deberíamos cuestionarnos cómo esta estructura ha contribuido a que los jóvenes tengan mayor acceso al deporte y la cultura, y si estarán más lejos de las drogas; creo que con los índices actuales su contribución es insignificante.

Desde 2011, el Informe Estado de la Educación hace énfasis en que el proceso de lectura y escritura es continuo, desde que nacemos hasta el final de nuestras vidas; también, señala que no sucede de forma natural, es decir, se requiere tiempo y práctica.

Yo agregaría que también se necesita acceso a los libros, tanto físicos como digitales, de lugares debidamente acondicionados, donde los más pequeños se enamoren de la lectura casi sin darse cuenta y donde las nuevas tecnologías estén al alcance de la mano de todas las personas: salas de realidad virtual, robótica, videojuegos y tantas otras herramientas para incentivar la lectura, la escritura y la investigación; ya no solo acceso a computadoras, que la mayor parte del tiempo son utilizadas como máquinas de escribir.

No puedo terminar esta reflexión sin anotar que para entrar a la gran mayoría de las actividades en el Estadio Nacional se debe pagar. El ingreso a las bibliotecas, por el contrario, es gratuito y está disponible para todos los miembros de la sociedad, desde los niños más pequeños que no saben leer, pero tienen acceso a libros ilustrados, hasta los que buscan la información, en todos sus formatos, para sus investigaciones y los que consideran la lectura como una de las mejores formas de recreación.

Ya no hay posibilidad de cambiar la bola por el libro (e imagino que muchos ciudadanos siguen prefiriendo la bola), pero nunca es tarde para hacer algo por nuestra Biblioteca Nacional y por las bibliotecas públicas, que, con la mínima cantidad de recursos, tanto financieros como de personal, brindan servicios y productos de información que satisfacen, en parte, las necesidades de la población.

Tal vez, en algún momento, el gobierno de China o de algún otro país amigo nos quiera hacer un regalito y, al igual que con la “cajita feliz”, esta vez sí, escojamos el libro y no el juguete.

chaconmongevictoria@gmail.com

La autora es doctora en Documentación, Archivos y Bibliotecas en el Entorno Digital por la Universidad Carlos III de Madrid.