Erosión de la democracia

Distintas encuestas coinciden en que los más jóvenes están perdiendo el cariño por algo que para los mayores es fundamental

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La generación Z y los late millennials (nacidos en los 90) empiezan a ser un desafío para los sistemas democráticos. Ya los primeros millennials mostraban una mayor insatisfacción con el funcionamiento de la democracia que las generaciones anteriores: los baby boomers y la generación X.

La tendencia a principios del siglo XXI se intensificó con la llegada de la crisis financiera del 2008. Las nuevas generaciones son más críticas y han dejado de creer en los beneficios del Estado de derecho.

Una de las manifestaciones de su descontento es el abstencionismo. Los jóvenes empiezan a inclinarse por regímenes autoritarios, o incluso dictatoriales, porque aseguran que la exclusión económica, el desempleo y la precariedad laboral afectan sus oportunidades aun en democracias desarrolladas.

Los datos confirman el fenómeno. La Open Society Foundations publicó en setiembre del 2023 el nuevo barómetro mundial sobre el estado de la democracia. Encuestó a unos 36.000 adultos en 30 países.

La población de entre 18 y 35 años llama la atención: un 42 % considera que las dictaduras militares son una buena manera de gobernar y un 35 % apoyaría a un líder fuerte que no respete ni el poder legislativo ni las elecciones libres.

Por su parte, la encuesta sobre hábitos democráticos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España, publicada el mes pasado, halló que uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 24 años no considera que la democracia sea preferible a cualquier otra forma de gobierno.

Asimismo, en un sondeo llevado a cabo en enero por el Instituto McCourtney para la Democracia, de la Universidad Estatal de Pensilvania, un 28 % de los Z afirmaron que les da igual vivir bajo una democracia o una dictadura. A un 19 % le parece que “la dictadura podría ser buena en determinadas circunstancias”. Casi la mitad está abierta a otro tipo de regímenes.

La desigualdad de la riqueza está configurando las sociedades actuales. El mayor desempleo origina mayor insatisfacción, registran los sistemas políticos. El voto no siempre proporciona una mejor calidad de vida. Por ejemplo, el presidente de Zambia, Hakainde Hichilema escribió en marzo del 2023 en una columna para Bloomberg: “La democracia no se come. Los derechos humanos pueden sostener el espíritu, pero no el cuerpo. Especialmente en democracias jóvenes como la mía, los gobiernos deben ofrecer resultados económicos si quieren conservar el consentimiento del pueblo. Cuando varias administraciones no lo consiguen, puede crecer la desilusión no solo con ellas, sino con el propio proceso”.

En Latinoamérica, un informe de la Corporación Latinobarómetro reveló en el 2023 que entre los jóvenes de 16 y 25 años de edad solo el 43 % apoya la democracia. También, un mayor apoyo al autoritarismo cuanto más joven es la persona.

La situación la ilustra el éxito de Nayib Bukele en El Salvador. Los jóvenes salvadoreños votaron en mayor proporción por el partido bukelista, porque prometía cosas fundamentales para ellos: seguridad y empleo, más apoyo y mano dura con las pandillas.

El Salvador es una preocupante señal de cómo cada vez más millennials y Z latinoamericanos están anteponiendo una figura autoritaria y fuerte que asuma el poder y que, por lo menos, les proporcione seguridad.

La encuesta mundial Been Seen Be Heard del 2022, en colaboración con las Naciones Unidas, puso de relieve que el 76 % de los encuestados menores de 30 años sentían que los políticos no escuchaban a la juventud. En Sudáfrica, el 90 % expresó lo mismo, al igual que el 80 % en España y el Reino Unido.

La ausencia de lo que algunos denominan memoria histórica afecta estas tendencias. La nueva generación de votantes de Europa, América Latina y Asia-Pacífico creció en sistemas democráticos. El recuerdo de la lucha y defensa por el ideal democrático es casi inexistente.

Ello hace que la actitud hacia el sistema de gobierno sea más crítica y se vea como un ideal abstracto. En contraste, las opciones antidemocráticas se perciben como una alternativa a las necesidades de los ciudadanos que quieren soluciones reales y duraderas.

Los datos conducen a una reflexión cuando 4.200 millones de personas de 76 países ejercerán este año su derecho a votar y decidirán quiénes serán los responsables de gobernar sus países.

Nuestro país es un referente democrático, por lo que debe inspirar y propiciar la participación de la juventud en la forma como se afrontan los desafíos nacionales.

Esta motivación plantea una responsabilidad a quienes tienen que dar ejemplo en el tono de la discusión política, el diálogo y la búsqueda de acuerdos. Asimismo, una responsabilidad que nos atañe a todos contra la corrupción que fractura al país y lo hace cada día más inseguro, más débil y menos libre. Tenemos que volver a lo fundamental: la educación en valores cívicos y fortalecer el conocimiento de la historia.

hf@eecr.net

La autora es administradora de negocios.