Entendiendo el modelo de crecimiento de China

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SHANGHÁI – Si bien la economía de China se ha expandido a un ritmo asombroso en las últimas tres décadas, hoy existe un consenso generalizado de que su modelo de crecimiento está agotado. Hasta los máximos líderes de China reconocen la necesidad de un cambio, una idea que culminó en la agenda de reformas de amplio alcance presentada hace dos meses en la Tercera Sesión Plenaria del XVIII Comité Central del Partido Comunista Chino.

Aunque no todos coincidan sobre cómo debería ser exactamente el nuevo modelo de crecimiento, las propuestas no difieren sustancialmente, dado el consenso prevaleciente de que el modelo actual está sustentado en una base insostenible. Del lado de la demanda, muchos economistas respaldan el paso de un crecimiento liderado por la inversión a un crecimiento impulsado por el consumo. Aún más popular es la recomendación del lado de la oferta, respecto al cambio de un crecimiento extensivo a un crecimiento intensivo, es decir, de un modelo basado en la acumulación de capital a un modelo impulsado por mejoras en la eficiencia, medidas por la productividad total de los factores (PTF).

Estas recomendaciones supuestamente están influenciadas por las críticas de Paul Krugman, de 1994, del crecimiento extensivo, al estilo soviético, de las economías del este de Asia (especialmente, Singapur). En aquel momento, Jeffery Sachs no estaba de acuerdo y aseguraba que el modelo del este de Asia incluía una asignación de la inversión basada en el mercado mucho más eficiente que el modelo soviético y, por lo tanto, era única; sin embargo, las críticas prendieron.

No transcurrió mucho tiempo hasta que algunos economistas chinos comenzaron a categorizar de “extensivo” –y, por ende, problemático– el patrón de crecimiento generado hace unas tres décadas por las reformas de Deng Xiaoping. Poco a poco se fue generando un consenso en torno de esta idea, a la vez que se fueron intensificando los reclamos de un viraje hacia un crecimiento intensivo impulsado por la eficiencia desde que el crecimiento del PIB de China comenzó a desacelerarse en el 2011.

Sin embargo, la investigación empírica revela un problema fundamental vinculado a este argumento: la PTF de China ha crecido a una tasa anual promedio de casi 4% desde que comenzaron las reformas de Deng. Si se considera que la economía de Estados Unidos –que tiene una tasa de crecimiento de la PTF de apenas 1-2% anual– está impulsada por la eficiencia, ¿por qué la de China no? Más importante aún: si se espera que el crecimiento de la PTF de China se desacelere, conforme pierden fuerza motores importantes como el efecto de convergencia, ¿qué nos hace pensar que una mejora en la eficiencia debería impulsar el crecimiento futuro de China?

Consideremos los hechos. Una evaluación conservadora de Louis Kuijs, en un trabajo para el Banco Mundial, demuestra que, de 1978 a 1994, el PIB de China creció un promedio del 9,9% anual, la productividad laboral aumentó un 6,4%, la PTF subió 3% y el ratio capital-mano de obra se incrementó 2,9%. En el período de 1994 al 2009, el crecimiento del PIB anual promedió 9,6%, la productividad laboral aumentó 8,6%, la PTF subió 2,7% y el ratio capital-mano de obra creció 5,5%.

De la misma manera, Dwight Perkins y Tom Rawski determinaron que, de 1978 al 2005, el PIB de China creció 9,5%, mientras que la inversión de capital aumentó 9,6%, aportando 44,7% al PIB. El porcentaje de graduados con título terciario en la fuerza laboral creció a 2,7% para el 2005, representando el 16,2% del crecimiento del PIB. Y la PTF creció 3,8%, sumando 40,1% al crecimiento del PIB.

Si bien el mayor aporte al PIB de China provino del capital, el desempeño de la PTF de la economía ha sido impresionante –algo que no se puede explicar mediante un patrón de crecimiento extensivo–. De hecho, la tasa de crecimiento de la PTF de Japón nunca alcanzó niveles tan altos, ni siquiera en el pico económico del país. Hasta Hong Kong –la economía del este de Asia con el mejor desempeño de la PTF– registró un crecimiento anual promedio de la PTF de apenas 2,4% de 1960 a 1990.

Pero el crecimiento anual de la PTF no es la única cifra relevante. La PTF de China aportó 35-40% al crecimiento del PIB, comparado con un estimado 20-30% en los “cuatro tigres” del este de Asia (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán). En cuanto a la Unión Soviética, inclusive en sus mejores años, la PTF representaba solamente alrededor del 10% del PIB.

Aunque el aporte de la PTF de China al crecimiento del PIB es mucho mayor que en las otras economías llamadas “extensivas”, sigue estando muy por debajo de los niveles de la economía estadounidense intensiva, en la que la cifra supera el 80% –una divergencia que algunos podrían utilizar para justificar su reticencia a definir la economía de China como “impulsada por la eficiencia”–. Pero este argumento ignora el hecho de que China ha venido experimentando un crecimiento anual del PIB de dos dígitos, debido en gran parte a la expansión de capital, mientras que el crecimiento anual del PIB de Estados Unidos promedió apenas el 2-3%.

Si transformar el patrón de crecimiento de China fuera simplemente cuestión de aumentar el aporte de la PTF al PIB hasta alcanzar los niveles de Estados Unidos, el crecimiento anual del PIB de China tendría que caer por debajo del 5% –tres puntos porcentuales menos que su tasa de crecimiento potencial–. Considerando un crecimiento del PIB del 8%, la PTF tendría que crecer 6,4% anualmente. Esto es prácticamente imposible, debido a la disminución gradual de los principales motores del crecimiento extraordinario de la PTF de China en los últimos 30 años, entre ellos las reformas económicas orientadas al mercado, el efecto de convergencia en el ingreso per cápita y la adopción de tecnologías extranjeras.

Todo esto plantea un interrogante simple: ¿los modelos de crecimiento extensivo e intensivo realmente existen? Quizá solo exista “rápido” frente a “lento”, o “extraordinario” frente a “común”.

Según este punto de vista, si una economía en desarrollo puede experimentar un crecimiento extraordinario, debe ser porque ofrece mayores oportunidades para la expansión de capital que una economía desarrollada. Después de todo, la oportunidad de inversión es inversamente proporcional al capital social per cápita. Sobre este punto, Krugman tiene razón: un crecimiento de estas características alimentado por la inversión se logra, en gran medida, a través del sudor más que de la inspiración. Pero ¿cuál es el inconveniente de que así sea?

El hecho de que algunas de las economías más dinámicas de Asia –entre ellas, China, Japón y los cuatro tigres (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán)– hayan experimentado un crecimiento impulsado por la inversión y, simultáneamente, mejoras en la PTF se puede explicar por la razón de que las alzas de la PTF aumentan los retornos de la inversión, acelerando aún más la expansión de capital. Aunque se necesita un mayor análisis para dilucidar la relación a largo plazo entre la expansión de capital y la PTF, es claro que la teoría durante mucho tiempo aceptada de que no pueden convivir es profundamente errónea.

En resumen, cuando se trata de las economías asiáticas, la dicotomía de crecimiento extensivo e intensivo es engañosa. Una consideración mucho más significativa es qué impulsó estas alzas de la PTF.

Entender eso les permitiría a los líderes de China diseñar un plan más efectivo para fortalecer las perspectivas de crecimiento, a largo plazo, de la economía.

Zhang Jun es profesor de Economía y director del Centro de China para Estudios Económicos en la Universidad Fudan, Shanghái. © Project Syndicate.