En defensa de los cocodrilos

Los cocodrilos no tienen al ser humano dentro de su dieta, y los ataques ocurridos poseen un componente en común

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La muerte de un menor hace unos días es sumamente lamentable, y nos llena a todos de tristeza. Las desgracias dejan grandes lecciones, y debemos aprenderlas para no repetir experiencias dolorosas.

Los cocodrilos no tienen al ser humano dentro de su dieta, y los ataques registrados poseen un componente en común: la defensa del territorio. Para garantizar la sana convivencia con la vida silvestre, debemos respetar su hábitat, y, en la medida que podamos preservarla, seguiremos disfrutando sus beneficios ambientales, científicos y económicos.

La inmensa mayoría de los sitios donde habitan los cocodrilos están rotulados, pero, por desgracia, no es raro que personas se bañen en las zonas señaladas claramente como hábitats de estos reptiles. Esto no puede seguir ocurriendo.

Cuando llevo a cabo investigaciones científicas en lugares donde habitan cocodrilos, entiendo que soy un visitante, que el impacto que produzca debe ser el mínimo y que debo extremar los cuidados para no correr riesgos. A fin de cuentas, somos nosotros los que entramos en su casa, donde han vivido durante millones de años, donde desempeñan la invaluable labor de preservar el equilibrio ecosistémico al mantener reguladas las poblaciones de sus presas.

Estos animales crecen muy lento, les toma muchos años llegar a la edad reproductiva. Aun cuando logran reproducirse, las crías son sumamente vulnerables y apenas unas pocas alcanzan la edad adulta.

Son cada vez más frecuentes las construcciones cerca del hábitat de estos animales, y es preocupante el impacto creciente sobre los ecosistemas. La percepción de la población sobre un aumento en las poblaciones de cocodrilos puede deberse a que estos apenas se están recuperando de la intensa cacería que sufrieron durante el siglo pasado. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza califica al cocodrilo americano como especie vulnerable.

Es imprescindible aclarar que no existe una sobrepoblación de cocodrilos en el país, y es prácticamente imposible que una especie silvestre alcance ese estatus en su ambiente, pues en ellos el proceso evolutivo toma millones de años para aprovechar las condiciones donde viven, ya que la sobrepoblación indica que hay más animales de los que pueden vivir apropiadamente en su ecosistema. Tal cosa no ocurre en Costa Rica.

Toda decisión que se tome en relación con cocodrilos involucrados en accidentes con humanos debe atenderla el Sinac con base en criterios científicos. Matar cocodrilos por venganza expone a las personas a situaciones de peligro, daña seriamente nuestra imagen como país medioambientalmente responsable y podría causar serios problemas ecosistémicos.

La reducción de la población de cocodrilos sería muy difícil de revertir. Además, si permitimos que se tomen decisiones acaloradas, sin fundamento científico, ¿qué nos garantiza que en el futuro no ocurrirá lo mismo con otros animales?

La cacería, el miedo de la población y la destrucción del hábitat ya nos arrebató al águila harpía, el oso hormiguero gigante y muchos otros animales. Si no atendemos este problema de inmediato, podríamos estar ante un escenario peligroso para los cocodrilos y la vida silvestre en general.

Costa Rica comprendió hace décadas que la ruta hacia el desarrollo no vendría del saqueo de la naturaleza y de prácticas nefastas como la cacería. Proteger las poblaciones de animales silvestres y promover estrategias de conservación es lo que ha hecho que el país tenga un mayor desarrollo humano y económico en comparación con otros Estados de la región.

Cuando estoy en el campo y desde la lancha veo un cocodrilo, no dejo de maravillarme de la inmensidad de estos animales, de saber que existen desde hace millones de años y han cambiado muy poco gracias a sus increíbles capacidades para adaptarse a los ecosistemas.

No es casual que los turistas de todo el mundo quieran venir a ver nuestra vida silvestre ni que la inmensa mayoría de las publicaciones científicas de la región salgan de nuestro país. La conservación de la vida silvestre genera empleo en las zonas rurales y mantiene los ecosistemas saludables para el desarrollo de todos.

Un acontecimiento tan doloroso como la muerte de un niño no debe usarse como argumento a favor de la destrucción de nuestra naturaleza. Vivir en un paraíso natural nos obliga a proteger tanto la vida de las personas como la de los animales.

ccastroa1707@gmail.com

El autor es biólogo.