Tercer Estado de la Educación

Seguimos con la vieja costumbre de contar las historias desagradables solo a medias

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Comentando el documento “Tercer Estado de la Nación”, una periodista de un importante periódico nacional, nos dice que “la educación atraviesa rezago”. En nuestra opinión, llamar rezago a lo que padece la educación formal costarricense es llevar demasiado lejos la incapacidad del costarricense para llamar a las cosas por su nombre. Es un eufemismo extremo. La verdad es que nuestra educación formal se encuentra en una situación trágica que viene agravándose desde hace más de treinta años.

Por ejemplo, el miércoles 4 de setiembre de 1974, el editorial de La República se titulaba “Alumnos que no saben leer ni escribir”. Se refería el editorialista a un congreso de la Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza, APSE, del cual salieron disgustados y tristes aquellos profesores capaces de preocuparse “del bajo rendimiento de los alumnos, a tal grado que llegan al primer año de la enseñanza media... sin dominar siquiera los rudimentos de la ortografía, la redacción o la lectura”. No existen razones para pensar que la situación haya mejorado desde 1974.

Realidad ocultada. Esto es serio pero lo peor es que dicha tragedia ha venido siendo, con frecuencia, cuidadosamente disfrazada para que el público no la conozca. Sobre esta ocultación de los hechos para que la gente no conozca la verdad, podemos mencionar la publicación “Educación y Conocimiento: Eje de la Transformación Productiva con Equidad”; publicación de Cepal—Unesco por la Comisión Académica para América Latina y el Caribe, del año 1992. En este informe leemos que la administración educativa de la región convierte la educación formal “en un ‘aparato institucional’ que no le rinde cuentas a nadie salvo a sí mismo”.

Siempre dentro del tema de la ocultación de los hechos, mencionaremos un caso honroso: atreviéndose a luchar contra la inveterada costumbre tica de ocultar lo que no marcha bien y contar solamente la mitad de las historias, el exministro de Educación Dr. Eduardo Doryan Garrón tomó la valiente decisión de publicar los promedios de las calificaciones obtenidas en las pruebas de bachillerato por todos lo colegios del país.

El día 19 de febrero de 1997, los padres de familia y los jóvenes estudiantes, pudieron, por primera vez en Costa Rica, examinar la lista de los 293 colegios del país e informarse mejor sobre la calidad del servicio educativo que se recibía en los colegios públicos y en los privados. Esta lista se publicó solamente dos veces porque el nuevo ministro de Educación, que tomó el lugar de don Eduardo Doryan, la eliminó.

Aquí el país pudo enterarse, por ejemplo, de que entre los primeros ocho colegios de la lista, los de más altos promedios en las pruebas de bachillerato del MEP, se encontraban cuatro colegios que no eran privados.

Y que entre los diez últimos lugares había un colegio en el cual se presentaron treinta candidatos obteniéndose un cero por ciento de graduación. Aquí la cuestión importante es: ¿cuántas familias sabían que en este colegio se obtenían promociones del cero por ciento? ¿Tenían esas familias el derecho a estar informadas de estos resultados?

Historia a medias. Hoy, al leer un comentario del informe Tercer Estado de la Educación en La Nación del pasado 27 de abril, observamos con alarma que seguimos con la vieja costumbre de contar las historias desagradables solo a medias.

El primer gráfico nos revela que el 8% de los costarricenses tiene el bachillerato mientras que en Finlandia, el 65% de los finlandeses lo tiene. Pero esto es solamente la parte menos importante de la historia. La otra parte es: ¿qué preparación tendrán esos pocos bachilleres de Costa Rica? ¿Y qué preparación tienen aquellos bachilleres de Finlandia? ¿Podrá alguien creer que son parecidas?

Pensamos que deberíamos solicitar a los profesionales que conducen el excelente programa del Estado de la Nación , que reanuden la publicación de la lista de los promedios del bachillerato de todos nuestros colegios, tal y como se hizo en 1997. Y, además, que nos permitan apreciar comparaciones del aprovechamiento de los bachilleres de Costa Rica con los bachilleres de Finlandia y demás potencias educativas. Porque este “glasnost” educativo es una de las condiciones necesarias para poner a nuestro país en marcha hacia las ligas mundiales de la educación.

Para compararnos con las grandes potencias y saber cuánto nos falta para superarlas.