Donde duerme el horror

Quizá no sea una gran película, pero es aceptable y se debe ver positivamente

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“Nunca se le ocurra hacer una película con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton”, es una frase célebre del maestro del suspense , Alfred Hitchcock. Trabajar con fuego, con niños o con animales, es harto difícil, por impredecible. Nunca se sabe hacia dónde irá la flecha como intuye Khalil Gibran en El profeta. El terror, así como la comicidad, son dos de los géneros cinematográficos más difíciles de trabajar.

Para hacer reír o crear pánico, se debe ser doblemente bueno en lo que se hace; es complicadísimo. Por eso, el país, y me atrevería a decir que la región centroamericana, no ha hecho una incursión en estas temáticas.

Pionero. Óscar Castillo, una vez más, se convierte en un pionero, vanguardista del lenguaje cinematográfico –ya lo había hecho antes– al lado de Samuel Rovinsky, Carmen Naranjo, Antonio Iglesias, Nicolás Baker, entre otros fundadores de aquel movimiento- empresa llamado Istmo Films.

El género de terror se identifica, entre otras cosas, por un uso muy particular de la iluminación en clave baja, la cual consiste en el uso frecuente del recurso del claroscuro y tonos penumbrosos que el fotógrafo Antonio Cuevas logra más que acertadamente. Otro punto alto de la película es el maquillaje de Carmen Salguera.

Quizá esta no sea una gran película, pero es un producto más que aceptable y se debe mirar positivamente, sin hurgar mezquinamente en los desaciertos que como producto, los tiene.

Estoy seguro de que Óscar Castillo sabrá despertar con esta película el gusanillo de la curiosidad, para que los futuros jóvenes cineastas se inicien en este género y tengamos en un futuro cercano muchas noches de insomnio.

Qué fácil es criticar o prejuiciar como lo hizo Wílliam Venegas, mencionando lo descaradamente comercial de la película y publicando, anticipadamente al estreno, sus comentarios. “Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar”, dijo nada más ni nada menos que Alfred Hitchcock, un autor que nunca fue comercial.

Donde duerme el horror y las recientes producciones de Esteban Ramírez, Andrés Heindenreich y Hilda Hidalgo, son productos que suman y que reclaman el respeto hacia el nuevo cine costarricense, aunque muchos no sepan leerlo.

Ir al cine, es nuestro deber, solo así construiremos nuestra memoria histórica, solo así aprenderemos a reflejarnos, a plasmar en esa gran vitrina, nuestras costumbres, nuestro vestuario, nuestra comida, nuestra arquitectura, nuestra forma de ser costarricense.

Buscar el pelo en la sopa o el vaso medio vacío, se ha convertido en la regla de los críticos. “Me mareo con sus cuentos, no quiero escuchar sus planes, muéstreme lo que puede hacer'” es un adelanto de una canción de Balerom. La tarea, es escucharla completa. Su nombre: El criticón .

Donde duerme el horror es una película que vale la pena apreciar y que mostrará cuánto ha crecido la industria cinematográfica nacional.