El tío Víctor y el escribidor

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Salud, Varguitas, de La Nación , enfocando con el foco. Bueno, me pasa igual, acertando, errando. Como sociólogo, trata usted de cambiar el mundo de los seres humanos (cómo no, también las ceras humanas). Vea que, en la feria, un señor de Puriscal enseña una verdad que nos sobrepasa a todos: el cuervo, con tantas plumas, no mantiene ni a su mujer; en cambio, el escribano, con una pluma, mantiene a siete.

Siga, siga, amigo Jorge, despotricando como lo hace, describiendo con alto vuelo las lacras sociales, las lágrimas políticas y algún logro. Como su padre, usted es un digno radiólogo del país. Allí donde otros solo vemos manchitas en una radiografía, su perspectiva y su chispa nos ayudan a descifrar el panorama de tanto cáncer que nos aqueja.

¿Yo?... Solo un escribidor que no pretende igualar al Vargas Llosa ese de frondosas cejas. ¡Noble plumífero! Aunque, la verdad, todos hemos dejado manuscritos y tinteros: ahora, lo nuestro son “compu-scritos”.

Sigamos, pues, compulsivamente dándoles a las teclas, sin preocuparnos por el sol, como Ícaro. Un pro-scrito escribió su historia.