El robot enemigo

La producción industrial futura requerirá de una revolución educativa o sobrevendrá una crisis

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En el laboratorio de robótica se construye una mano mecánica, cuyo funcionamiento está diseñado de tal manera que el simple movimiento de un dedo requiere la integración de muchísimos sistemas electrónicos y mecánicos, regulados por un programa de computación escrito en un lenguaje semejante al C++.

La programación intenta recrear los movimientos de una mano humana, haciendo conexión con sensores conectados a una persona, que leen pequeñísimos impulsos eléctricos del cerebro, generados por la intención y el esfuerzo de voluntad de un humano que ha perdido su brazo, producto de un accidente automovilístico.

Las extremidades robóticas que imitan el movimiento humano permitirían a muchos el poder levantarse de una silla, tomar una taza de café, subir una escalera, escribir en un teclado o tocar una guitarra. Más que una prótesis, la extremidad robótica es un sistema computacional que aprende de su usuario, automatizando acciones repetitivas, lo cual significa que la extremidad puede entrenarse mediante la práctica constante, logrando con el tiempo movimientos complejos como los que caracterizan la danza, el karate o el fútbol.

Ayuda. Los robots deben constituirse en herramientas que permitan facilitar la vida de las personas, su mayor potencial radica en la potenciación de capacidades humanas, tales como el levantamiento de objetos pesados que podría lesionar la espalda. El mecanismo robótico se integra con el cuerpo permitiendo una fusión que aumenta habilidades físicas o cognitivas, pero a su vez requiere del ser humano para aprender y existir, pues así se ha diseñado.

La industria mundial ha tomado la decisión de sustituir miles de obreros por robots, y generará un enorme desempleo. La máquina se convierte en el principal competidor del ser humano, dado que puede producir mayor cantidad de bienes a costos muy bajos.

Sin embargo, el enfoque es engañoso desde un punto de vista económico, pues la superproducción requiere de muchísimos compradores con capacidad de pago. Pero si las masas humanas carecen de empleo, no compran.

La máquina por sí misma no innova ningún producto, solo lo crea en forma automática. Se limita a la producción sistemática, mas no cuestiona el proceso de fabricación, ni plantea mejoras revolucionarias.

Para lograr la sobrevivencia humana es necesario que el cerebro creativo regule sensores electrónicos que permitirían que una simple orden verbal sea interpretada por un programa informático, generando entonces que un ejército robot ejecute con exactitud millones de acciones complejas.

Integración. Las compañías no deben excluir el factor humano de sus procesos de producción, sino, por el contrario, deben integrarlo con la máquina por medio de tecnologías computacionales que uniformen una determinada área de producción.

Actualmente, sistemas de inteligencia artificial procesan el lenguaje de tal forma que permiten la inmediata comprensión de un robot de aquello expresado por las personas.

En un futuro no muy lejano, el controlador humano observará los mayores embotellamientos en las ciudades más pobladas, y podrá redirigir el flujo vehicular a su antojo, simplemente ordenando a sistemas de inteligencia artificial el movimiento de miles de vehículos autómatas que actúan como un todo, sin que sea necesario que el controlador requiera conocer el movimiento particular de cada automóvil.

Lo mismo puede suceder con el flujo en ventas, en insumos y otros muchos factores que determinan los procesos de producción diaria. Un mundo así requiere altos grados de especialización educativa en análisis matemático de algoritmos y programación.

Exigencia educativa. El sistema educativo moderno requiere la transdisciplinariedad, pues muchos son los saberes involucrados cuando se intenta dar respuesta al problema económico. El profesional formado en un modelo de educación por asignaturas jamás podrá entender un fenómeno multifactorial.

La vida humana es un conjunto de necesidades, y su satisfacción dependerá de la capacidad que tenga la sociedad para crear los bienes y servicios suficientes. La producción industrial futura requerirá de una revolución educativa que permita integrar la metacognición humana con los sistemas robóticos automatizados, pues, de lo contrario, será inevitable el advenimiento de una de las peores crisis socioeconómicas de la historia.

El autor es asesor de Matemáticas en el MEP.