El retorno de las ideologías

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Después de 1949, a partir de la fundación de la Segunda República, los procesos políticos devenidos tuvieron representación institucional en lo que se conoció como el “Estado de Bienestar”. Amplios sectores de la población engrosaron la clase media al amparo del empleo público y de la aún incipiente estructura productiva costarricense.

La representación electoral de ese periodo fue el aumento de la afinidad hacia el Partido Liberación Nacional (PLN) y el logro del Poder Ejecutivo durante 5 periodos constitucionales. El PLN gozó, pues, de una relativa preeminencia, guíado por un proyecto ideológico socialdemócrata sustentado en el pensamiento del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales.

Como parte de los conflictos sociopolíticos que generó la llamada “Crisis del Estado de Bienestar” y la aceleración de las vinculaciones económicas, financieras, comerciales, políticas y culturales del proceso de globalización, la sociedad costarricense se desdibujó en sus logros alcanzados. La educación dejó de ser mecanismo de movilización social ascendente, se implementaron los PAES para restarle exclusividad de competencias en diversas áreas al Estado y miles de familias jóvenes se condenaron al abandono de los estudios por las premuras económicas de la “década perdida”.

En medio de estas últimas circunstancias, surgió el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), que alterna el poder con el PLN sin que los electores percibieran grandes diferencias ideológicas entre ambos bandos. En la denominada época del bipartidismo (PLUSC), el liberacionismo consiguió 2 triunfos electorales más, con un desdibujamiento de las diferencias en el proyecto ideológico propio respecto a su contrincante. No obstante, los niveles de abstencionismo tendieron a ser inferiores al 30%.

Más oferta, más desencanto. El punto de quiebre lo encontramos, más bien, a inicios del siglo XXI, por el señalamiento en medios por presunta corrupción de tres expresidentes provenientes de esos partidos, cuyo proceso de investigación y, cobertura periodística de ellos, definieron el grado de confianza en la institucionalidad, los servicios públicos y de forma especial en las lealtades partidarias. A partir de las elecciones nacionales del año 2002, asistimos a un nuevo periodo de multipartidismo, alimentado con la creación del Partido Acción Ciudadana (PAC) y del Movimiento Libertario (ML).

Paradójicamente, la mayor oferta electoral se aparejó con niveles de abstencionismo superiores al 30%. Además, el componente ideológico no fue central en las campañas del 2002, 2006 y 2010, que tuvieron una dinámica monotemática acentuada respectivamente en los temas de la ética y el empleo, el TLC y la seguridad ciudadana.

Por el contrario, la actual competencia electoral viene a mostrar una mayor diversificación de las ofertas ideológico-programáticas, una suerte de retorno de las ideologías, en la discusión del proyecto país que escogerán los y las costarricenses el primer domingo de febrero del 2014. Un elemento crucial y condicionante de una posible segunda ronda electoral estriba en el abstencionismo que se presente.

Considero que, de persistir niveles superiores al 30% es más que probable el triunfo en primera ronda del PLN. Un escenario con menos de 30% de abstencionismo haría muy posible una nueva competencia electoral donde los proyectos ideológicos condicionarían o posibilitarían las eventuales alianzas interpartidarias.

No obstante, hoy existe un rival común (PLN). Una segunda ronda no implicaría una sumatoria de facto de todas las agrupaciones hacia el contendor del oficialismo. Creo que los candidatos del PUSC y el ML podrían enfilar sus fuerzas hacia un proyecto más conservador que el pretendido por el Frente Amplio, pero una segunda ronda relevará la dimensión ideológica como no se veía hace décadas.