El presidente y su ministra de Educación comparten una fobia

La ministra Anna Katharina Müller y el mandatario Rodrigo Chaves dejaron ver sin sonrojo su epistemofobia

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Tanto las palabras de la ministra de Educación sobre la materia escolar de los planetas como el menosprecio del presidente de la República, Rodrigo Chaves, por ciencias como la antropología y la sociología, suponen nuevos episodios de epistemofobia o rechazo al conocimiento.

Como antecedentes tenemos la convivencia inicial de la exministra de Salud con grupos evidentemente anticiencia y la injustificable renuencia de la ministra Anna Katharina Müller a promover la colaboración del MEP con las universidades públicas, únicas que abarcan todas las áreas del conocimiento.

Estos nuevos episodios de epistemofobia se articulan alrededor de la idea de que algún tipo de conocimiento es prescindible.

En primer lugar, el presidente Chaves cerró su gira por Estados Unidos menospreciando la sociología y la antropología en razón de que Intel “no había preguntado por esas carreras”, hecho que provocó una serie de respuestas contundentes sobre la profunda importancia de esas ciencias en nuestra sociedad y su incuestionable aportación al país.

Incluso, si nos posicionamos exclusivamente dentro de la lógica de este tipo de empresas, argumentar que tales carreras son prescindibles no tiene cabida alguna, y expresa una falta de conocimiento sobre el quehacer de estas organizaciones.

Pueden encontrarse ejemplos muy claros sobre el papel de estas disciplinas en ámbitos como el desarrollo de tecnologías, la experiencia del usuario, la gestión de entornos multidisciplinarios y el estudio de las interacciones entre usuarios en la red, todo ello en las operaciones de empresas como Intel, Microsoft o Google.

En segundo lugar, más allá del desconocimiento de la ministra de Educación sobre la ausencia de una relación entre la posición de los planetas y la salud, su comentario acerca del aprendizaje de esta materia contiene dos ideas subyacentes muy lamentables: 1) Los estudiantes no deberían aprender algo que implique dinamismo o contingencia. 2) Se debe privilegiar el conocimiento de lo que “afecta nuestra vida diaria”.

La primera idea presupone que un estudiante no debería aprender una materia cuyos contenidos cambien de forma constante, lo que va en contra de toda lógica científica, es decir, ¿qué clase de docente privaría a sus estudiantes de aprender algo, en tanto ese algo es variable u objeto de debates y reclasificaciones? ¿Deberíamos acaso dejar de aprender propiedades sobre la naturaleza o las sociedades humanas porque estas no son estáticas?

La segunda idea resulta una especie de pragmatismo vulgar, bajo el que la pertinencia de un conocimiento está supeditada a su relación con la vida cotidiana. Desde esta óptica, lo relevante sería aquello que a priori afecta nuestras vidas, pero ¿qué pasa cuando se buscan respuestas más allá de lo aparente?¿Qué ámbito del conocimiento humano no guarda relación directa o indirecta con la vida cotidiana de los seres humanos?

Es así que los comentarios de los últimos días resultan un nuevo y penoso despliegue de epistemofobia por parte del Poder Ejecutivo; sugerir bajo tales argumentos la prescindibilidad de una serie de disciplinas, o siquiera de un contenido escolar, no expresa más que un profundo sesgo contra el conocimiento “que no sirve” o “que no produce”.

Esta visión reducida, centrada en lo inmediato, supone también un desconocimiento sobre las dinámicas del quehacer científico y va en contra de las tendencias globales que llaman a generar conocimiento interdisciplinario para hacer frente a desafíos y fenómenos de gran complejidad.

Lejos de una lógica que restringe el conocimiento, debe buscarse complementariedad, potenciar entornos fértiles para que todos los ámbitos del saber puedan nutrirse entre sí.

tadeomasisg@gmail.com

El autor es sociólogo.