El peligroso secreto del juicio a Google

Google convenció a un tribunal de limitar la transparencia y el acceso público a la información, socavando la libertad de prensa y limitando la cobertura informativa durante el proceso

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El mayor juicio antimonopolio de la era moderna de internet, que terminó el mes pasado, enfrentó al motor de búsqueda más popular del mundo, Google, con el Departamento de Justicia (DOJ, por su sigla en inglés) de Estados Unidos.

La causa nos recuerda al hito que marcó el juicio del DOJ contra Microsoft en la década de los noventa, pero con una diferencia fundamental: se llevó a cabo, en su mayor parte, a puertas cerradas. Este secreto sin precedentes implicó que solo los periodistas y observadores físicamente presentes en la sala tuvieran acceso —aunque limitado— al proceso judicial.

La misión declarada de Google es lograr que la información del mundo esté al alcance de todos, pero sus acciones durante el juicio —en el que se le acusó de mantener ilegalmente un monopolio en las búsquedas y la publicidad— muestran un marcado contraste con ese credo.

También sentaron un precedente peligroso: una empresa privada, con el objetivo de proteger sus actividades principales y reputación, convenció a un tribunal de limitar la transparencia y el acceso público a la información, socavando la libertad de prensa y limitando la cobertura informativa del juicio, tanto en EE. UU. como en el extranjero.

Límites a la difusión de la noticia

Desde el primer momento, Google se esforzó mucho por esconder toda la información posible al público. La empresa presentó una objeción al tribunal, que fue aceptada, contra la difusión de audio en tiempo real del proceso judicial, y se las ingenió para convencer al juez de secuestrar los testimonios de testigos clave, sosteniendo que en un tribunal abierto se corría el riesgo de divulgar secretos comerciales.

A medida que el juicio perdía intensidad, Google se opuso también a que el DOJ publicara evidencia en su sitio web, lo que llevó a su eliminación durante toda una semana.

El periódico The New York Times, con el apoyo de otras publicaciones, elevó un recurso exigiendo al tribunal que otorgara acceso a los periodistas a las pruebas aceptadas para el juicio.

Como señalaron los medios, las publicaciones del sector tuvieron dificultades para informar sobre el juicio, probablemente debido a los costos de enviar a alguien en persona. Como afirmó un experimentado escritor de MediaPost, un recurso en línea para profesionales de la publicidad, si el juicio se hubiera difundido en directo —a lo que Google se opuso— todos le estaríamos prestando atención.

Además, los pocos periodistas presentes en la sala estaban bajo enorme presión para informar, confirmar los datos y vincular los registros públicos con artículos. Y con la confianza en los medios tradicionales en su punto más bajo, mostrar eventos noticiosos, no solo informarlos, se ha vuelto aún más crucial.

La cobertura de los medios de difusión extranjeros también sufrió por ello. Como solo un puñado de publicaciones estadounidenses con grandes recursos financieros fueron capaces de informar sobre el juicio, la mayoría de los medios de difusión extranjeros, especialmente los de los países en desarrollo, no tuvieron más opción que recurrir a ellas como fuente de información.

Una búsqueda básica en internet sobre las noticias del juicio contra Google en idiomas distintos del inglés revela una fuerte dependencia de Bloomberg, Reuters y AP News. Esto diluye el poder de la prensa libre, que depende de que múltiples medios de difusión informen de manera independiente sobre los hechos en formas que se adapten a sus audiencias, dondequiera que estén.

Importancia de la prensa libre

Las ramificaciones de este juicio antimonopolio, como las del juicio contra Microsoft en el pasado, no se limitan, obviamente, a EE. UU. Dado que Google gestiona más del 90 % de las búsquedas por internet en el mundo, es un guardián inmensamente poderoso de la información.

Los lucrativos acuerdos comerciales de Google con Apple y otras empresas tecnológicas para asegurar su puesto como motor de búsqueda por defecto en sus dispositivos afectan tanto a Brasil y Sudáfrica como a EE. UU.

De hecho, la participación de Android en el mercado es mucho mayor en los países en desarrollo. En términos de los ingresos generados por publicidad a partir de los resultados de las búsquedas, se usan las mismas herramientas —y probablemente las mismas estrategias de control de precios— en EE. UU. y el extranjero.

Por eso, difundir el juicio en tiempo real y ofrecer acceso oportuno a la evidencia hubiera implicado una gran diferencia para la libertad de prensa en el mundo. Por ejemplo, con audio en tiempo real, las publicaciones de noticias podrían haber traducido los testimonios y creado historias multimedia relevantes para las audiencias locales.

Eso, a su vez, podría haber generado fuertes incentivos para que otros actores del mercado, tanto clientes como competidores de Google, compartieran opiniones respecto de sus relaciones con la empresa. Una mayor transparencia podría haber suscitado un escrutinio aún mayor del comportamiento de Google, precisamente por eso la prensa libre es tan importante.

La información que se dio a conocer durante el juicio pone de relieve que se perdió la oportunidad de revelar el poder de los gigantes tecnológicos a una audiencia global.

Que Google haya pagado $26.000 millones en el 2021 para ser el motor de búsqueda por defecto en varios navegadores y dispositivos —como el iPhone— se divulgó durante los contrainterrogatorios a uno de los testigos de la empresa.

Otro de los testigos de Google reveló sin quererlo que la empresa paga a Apple el 36 % de los ingresos por publicidad vinculados a las búsquedas a través del navegador Safari. También quedó claro que Google enfrenta una resistencia significativamente baja cuando aumenta los precios de la publicidad vinculada con las búsquedas.

El veredicto en el caso de Google se espera para el año que viene, pero muchos creen que no será la última vez que los gigantes tecnológicos sean llevados al estrado en EE. UU.

El DOJ entabló una segunda demanda contra Google —contra su línea de negocios de publicidad, que conecta a las editoriales de noticias con los anunciantes— y la Comisión Federal de Comercio de EE. UU. emprendió recientemente acciones legales contra Amazon por la captura de la venta minorista en línea.

No es demasiado tarde para que los tribunales y el DOJ corrijan este peligroso antecedente del juicio secreto a Google. La defensa de la prensa libre y diversa —uno de los principios que cimentan la democracia— nunca debiera quedar relegada frente a los intereses de una corporación poderosa.

Karina Montoya es periodista sénior y analista de políticas del Center for Journalism & Liberty (Centro para el Periodismo y la Libertad), un programa del Open Markets Institute.

© Project Syndicate 1995–2023