El Partido Liberación Nacional

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Algunos dicen que la palabra “crisis” es sinónimo de oportunidad, y en este caso lo que le está ocurriendo al Partido Liberación Nacional (PLN) puede ser un excelente ejemplo. Tocar fondo es la mejor forma para reaccionar, sobre todo si tomamos en cuenta que, como ocurre la mayoría del tiempo, la negación domina el escenario.

Por décadas el PLN fue el partido que asumió el liderazgo, el que propuso y el que hizo las grandes trasformaciones en este país. Lamentablemente, eso ha venido a menos en los últimos tiempos, y con esto no quiero decir que todo se ha hecho mal ni mucho menos, pero tampoco podemos tapar el sol con un dedo.

Podría gastar una página completa de este periódico enumerando los logros y aciertos del PLN; sin embargo, en este momento, eso pasa a un segundo plano. Recordar la historia es importante, pero nada más. De la historia no podemos seguir viviendo. A manera de símil, la Selección de fútbol de Brasil no va a seguir ganando campeonatos simplemente porque en algún momento tuvo en sus filas al mejor jugador del mundo.

Hoy, lo importante es tener la capacidad de autoevaluarse y corregir ya que, como ha quedado demostrado, el pueblo no está de acuerdo con la forma actual de gobernar.

Al PLN le llegó la hora, y no solo se trata de resolver un problema de continuismo, se trata de hacer un alto en el camino y, de una vez por todas, redefinir la ruta hacia el futuro.

Relevo generacional. En el partido urge una renovación total. A los que podríamos llamar los “líderes tradicionales”, solo nos queda expresarles nuestro agradecimiento y reconocerles las cosas buenas que han hecho por el partido y el país. Y esto no significa negarlos y darles la espalda de ahora en adelante: su experiencia acumulada y opiniones siempre serán importantes, y el análisis de sus errores y aciertos en la función pública serán tarea obligatoria para definir el camino a seguir. Pero la realidad nos indica que llegó el momento del relevo generacional.

Es hora de cambiar a los líderes del PLN, no como un reclamo por faltas que no les corresponden, simplemente resulta ser el momento más oportuno para hacerse a un lado y dejar el campo abierto para que gente nueva enfrente los grandes retos que a partir de hoy se tienen que asumir en el partido.

De igual forma, en este proceso de cambio es fundamental que los actores principales en las últimas contiendas acepten que el pueblo de Costa Rica está exigiendo un cambio de nombres. No realizar esta lectura sería cometer un grave error, y el daño para el partido sería irreparable.

La forma de hacer política en este país cambió. El “mapa” político y el electorado cambiaron. Lamentablemente, en el PLN hay mucha gente que no se ha dado cuenta, y que pretenden continuar con las mismas prácticas de hace treinta años en los procesos electorales.

Hoy, la “maquinaria electoral” ya no rinde los frutos de antes. La tecnología ha democratizado el proceso y las redes sociales han tomado un papel predominante. La propaganda cada vez es menos importante y los debates y el intercambio de ideas han ganado terreno. Como ejemplo, el 45% del padrón electoral tiene menos de 40 años y esa población, además de no tener tradición partidaria, es cada día más exigente y analítica, lo que obliga a cambiar radicalmente la forma de pensar cuando se enfrenta un proceso electoral.

Pero, más que cambiar para enfrentar un proceso electoral, el PLN debe cambiar en general. Llegó la hora de que en el Partido se promueva el pensamiento, la generación de ideas y se defina un norte ideológico compatible con los intereses de la población. Y esto, inobjetablemente, tiene que ver con una renovación de su estructura principal. Ante la crisis, el PLN tiene un gigante desafío: cambiar o morir. Llegó la hora de que las nuevas generaciones en el Partido asuman el reto.