El odio goza de buena salud

El odio ancestral hacia el pueblo judío ha desatado durante más de 2.000 años persecuciones, matanzas y expulsiones

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El odio ancestral hacia el pueblo judío ha desatado durante más de 2.000 años persecuciones, matanzas y expulsiones de los lugares donde los judíos se fueron asentando tras ser expulsados de su tierra por el Imperio romano.

El punto culminante fue el Holocausto nazi durante la Segunda Guerra Mundial, en el que fue aniquilada la tercera parte del pueblo judío.

Israel, formado apenas tres años después del Holocausto, vive en permanente conflicto con sus vecinos árabes desde el día siguiente de su creación, en mayo de 1948.

El origen del conflicto árabe-israelí, devenido ahora en palestino-israelí, tiene sus raíces en la creación del movimiento sionista, cuyo objetivo primordial es la autodeterminación del pueblo judío en su tierra histórica.

La resolución 181 de la ONU, de noviembre de 1947, estableció la creación de dos Estados: uno árabe y otro judío. El primero fue rechazado por el liderazgo árabe-palestino y el mundo árabe; el segundo fue aceptado por la dirigencia judeopalestina, dando paso a la creación del moderno Estado de Israel.

Esto desencadenó sucesivas guerras defensivas libradas por Israel, pero sobre todo dio origen al problema de los refugiados palestinos que llega hasta la actualidad.

Hechos, no percepciones

Abunda documentación acerca del conflicto que data ya de 100 años entre el pueblo judío y el árabe-musulmán, cuyo común denominador hasta hoy es el rechazo al regreso de los judíos a su tierra histórica y al establecimiento de una entidad judía en territorio que el islam considera musulmán.

Esta es la raíz del odio y los constantes intentos de borrar a Israel del mapa que configuraron la lucha de los países árabes desde 1948 hasta 1973, por un lado, para virar luego al conflicto palestino-israelí que continúa hasta hoy.

La formación de grupos terroristas y paramilitares, que desde 1964 (creación de la OLP y base de la actual Autoridad Nacional Palestina, ANP) no han cesado de atentar contra la integridad de Israel y las comunidades judías del planeta, es la lucha alternativa que encontraron los líderes árabes para la guerra perpetua contra Israel, cuando vieron que sus ejércitos fueron incapaces de doblegarlo.

Sin embargo, los tratados de paz firmados por Israel con Egipto (1979) y Jordania (1994) y los recientes acuerdos de Abraham (2020) mostraron realidades de estabilidad, progreso y convivencia en la región.

El derecho del pueblo palestino a un Estado es legítimo; no obstante, hay factores que han jugado en su contra, empezando por sus líderes, que parten del rechazo hacia la resolución de la ONU de 1947 y es el origen del trágico problema de los refugiados palestinos, usados por sus “hermanos” como punta de lanza en su lucha contra Israel desde ese momento.

No sorprende, entonces, que después de la guerra de 1948, cuando Jordania tomó Cisjordania, no les otorgara la nacionalidad y mantuviera a los palestinos en su gran mayoría como refugiados. Lo mismo hizo Egipto cuando en dicha guerra tomó la Franja de Gaza.

Una situación similar se repitió en 1967, luego de la guerra de los Seis Días: Israel tomó dichos territorios para poder negociar la paz, y la Liga Árabe rechazó negociar, reconocer y pactar la paz con Israel, dejando un problema territorial y de población en un limbo, ya que Israel jamás se anexó Cisjordania y la Franja de Gaza.

Tampoco sorprende que los “hermanos” libaneses, sirios o iraquíes no hayan absorbido a la población refugiada, en contraposición a lo que hizo Israel al tender los brazos a la gran mayoría de los 850.000 judíos expulsados de todos los países árabes, donde habían habitado durante más de mil años (eso constituyó limpieza étnica), sino que limitaron sus derechos y la utilizaron también como carne de cañón en su lucha contra Israel.

Como resultado, la creación de los movimientos de terror fue alentada por los líderes musulmanes y palestinos, que surgen con el correr de los años para “liberar a Palestina”, “desde el río hasta el mar”, cuyo significado real es la eliminación de Israel.

Israel ofreció terminar el conflicto con los palestinos en numerosas ocasiones —hechos que están debidamente documentados— con propuestas concretas que incluyen concesiones territoriales y delimitación de fronteras. Una tras otra (1998, 2000, 2001, 2008, 2020) fueron rechazadas por el liderazgo palestino, que nunca presentó propuestas alternas o su voluntad de sentarse a negociar.

Irán alimenta el odio

Con este panorama, llegamos a la realidad regional y global moderna: Irán amenaza al mundo con su desarrollo nuclear y encabeza el eje chiita (que enfrenta a la mayoría sunita en el mundo musulmán).

Irán planifica, dirige y financia a grupos como Hamás, Hizbulá y los hutíes (en Cisjordania y Gaza, Líbano y Siria y Yemen, respectivamente), con el objetivo final de dominar la región, pero en primer lugar eliminar al Estado de Israel.

Hamás es un grupo terrorista palestino, reconocido como tal por Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros, que mantiene una rivalidad de años con la ANP, representante del pueblo palestino que gobierna en Cisjordania.

Hamás mantiene un régimen de facto en la Franja de Gaza desde el golpe de Estado que dio a la ANP en el 2007, después de lo cual impuso la ley de la sharia (islam radical) a su población. Es importante aclarar que Israel no ocupa la Franja de Gaza desde su retiro total en el 2005, contrariamente a lo que muchos aún piensan.

Hamas, cuya carta constitutiva establece claramente la eliminación de Israel y el pueblo judío, y el rechazo a negociaciones para lograr cualquier arreglo de paz, no solo amenaza, sino también ataca desde Gaza hace muchos años el territorio soberano de Israel; dispara miles de cohetes y misiles a poblaciones civiles de manera indiscriminada con el objetivo de causar la mayor cantidad de víctimas posibles. Esto se llama genocidio.

El punto culminante fue el 7 de octubre del 2023, cuando Hamás disparó más de 3.000 misiles y sus milicias ingresaron a 22 poblados y ciudades israelíes, donde cometieron la mayor masacre sufrida por el pueblo judío después del Holocausto: violaron, masacraron, mutilaron y asesinaron a unas 1.200 personas, la mayoría judíos, y tomaron a 240 rehenes, gran cantidad de los cuales se mantienen cautivos en Gaza.

La respuesta de Israel no se hizo esperar, pero esta vez los objetivos son muy claros: la eliminación definitiva de Hamás en Gaza y el rescate de los rehenes.

Hamás violó la tregua que existía desde el 2021; esta vez, llegó demasiado lejos. Como en ocasiones anteriores, Israel no buscó esta guerra y la legítima defensa debe procurar eliminar de raíz la amenaza a su existencia.

Hamás ataca y lucha escondido entre su población, usa como escudos humanos para maximizar el número de víctimas inocentes, que sirven para sus propósitos victimizadores de imagen y propaganda.

Israel procura evitar a toda costa la muerte de inocentes, avisando donde atacará; por lo tanto, la responsabilidad de defender y no exponer a su población es exclusiva de Hamás.

Por ello, no es posible aceptar acusaciones, como las de Ottón Solís, quien escribió que “el gobierno de Israel ha bajado al nivel moral de los líderes de Hamás, al ordenar bombardeos a mansalva sin importar el asesinato de niños y civiles indefensos” y “que lo hecho por el gobierno de Israel merece los mismos epítetos y las mismas valoraciones que lo hecho por los líderes de Hamás”. La sola mención es sencillamente inmoral.

Las manifestaciones y los discursos de odio contra Israel y los judíos en el mundo para apoyar a Palestina no distinguen entre las acciones terroristas de Hamás y la población inocente que sufre sus consecuencias y la de los líderes palestinos.

La ignorancia, el desconocimiento y la manipulación del conflicto israelí-palestino es la perfecta combinación para demonizar al único Estado judío y sacar a relucir la judeofobia en el mundo.

Nunca oiremos en estas manifestaciones cantos o pedidos de paz, coexistencia o solución del conflicto, sino exigencias de liberación (“del río hasta el mar”), destrucción (cantos de “intifada”) y difamaciones (“Israel Estado apartheid y genocida”) en evidentes provocaciones que culminan siempre en violencia.

Las sombras y los temores del Holocausto, 80 años después, volvieron a aflorar. La promesa de que “Nunca jamás” ocurría otro holocausto debe cumplirse; en esta ocasión, los judíos tienen un país (el único) que los puede defender y hará todo en su poder por garantizar que así sea.

josephgabrielg@gmail.com

El autor es arquitecto, presidente de Bnai Brith Costa Rica.