El Mundial como instrumento educativo

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Hace poco, don José Manuel Godínez ( Cartas , 20/6), lector en Desamparados, hizo una gran contribución educativa al referirse al actual Mundial de Futbol. Se refería él a la pésima pronunciación de nombres y apellidos en francés de jugadores por parte de los locutores deportivos. Lo mismo en lo relativo a la pronunciación horrible cuando se trata del idioma inglés.

Su queja es muy razonable, pues ¿en qué quedan todo el dinero, el tiempo y el esfuerzo dedicados por las instituciones educativas a la enseñanza de dos lenguas modernas tan difundidas?

Esto no es más que una especie de sabotaje del sistema informal de educación (medios de comunicación, sobre todo) al loable esfuerzo del sistema formal (escuelas, colegios, etc.) por cumplir, al menos en parte, con sus objetivos de enseñanza en tan importante área de la comunicación.

Y lo dicho para la pronunciación del francés y del inglés es igualmente aplicable a otras lenguas en juego durante tal torneo: el italiano, el alemán y el portugués, principalmente, pero también alguna que otra lengua eslava, el árabe, el swahili, etc.

No se trata de exagerar al punto de esperar, por parte de narradores y locutores deportivos, un conocimiento de lenguas extranjeras para el cual no están preparados por las razones que sean. Pero es muy obvio que las empresas que los contratan tienen a mano algunas posibilidades para encontrar quién ayude a sus asalariados en tan fundamental –por educativo– objetivo: bastaría con contratar ad hoc, con anticipación, a algunos de los muchos estudiantes universitarios de lenguas extranjeras, quienes, por un modesto emolumento, estarían en capacidad de asesorar en esos campos con la profundidad que se requiera o desee.

Muchas fuentes. Y no es que nuestros locutores –deportivos o no– lo hagan tan mal. Pero el gran problema surge cuando creen que el conocimiento básico que poseen del inglés los ha capacitado para pronunciar toda palabra o nombre extranjeros como si del inglés se tratara. Tanto menos censurable sería pronunciarlo todo a la española; pero es desaconsejable tal alternativa pudiéndose acudir a lo planteado en el párrafo anterior.

Algo bueno que sí se nota en tales narraciones es la preocupación por añadir el necesario contexto político, geográfico, histórico, etc., al hablar de cada país participante. Para lo cual, aparte de la propia cultura personal, hay tantas fuentes a mano hoy en día, siendo Internet una de las principales.

Y ya que sobre locutores deportivos hemos divagado, ¡cuán importante sería también señalar el pésimo uso que algunos hacen del español mismo!

Pensemos no más en tanto anglicismo innecesario: team , play-off , corner , penalty, off-side , etc. Aquí debería buscarse asesoría, aunque solamente fuera el adquirir el Diccionario panhispánico de dudas , de la Real Academia de la Lengua (2005), un texto que no debería faltar en la biblioteca de cualquiera cuya profesión lo obligue a comunicarse con un público real o virtual.