El miedo y las mujeres

La violación es parte de las manifestaciones de la violencia de género contra las mujeres

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Noches atrás, regresaba del teatro con mi hija de 17 años. Para llegar al parqueo, debíamos recorrer 300 metros. En cierto momento, nos encontramos de frente con un hombre, y yo le dije a ella que se me acercara y tomara su mochila con fuerza. Ella hizo lo que le pedí y el muchacho pasó a nuestro lado sin siquiera mirarnos. Entonces, ¿por qué sentí miedo?

Distintas teóricas lo explican: el miedo a la violación es un temor esencialmente femenino y, además de eso, tiene un carácter universal, es decir, lo hemos sentido todas las mujeres del planeta alguna vez en la vida.

La violación es parte de las múltiples manifestaciones de la violencia de género que se dirigen contra las mujeres. Ha sido utilizada como estrategia de guerra, como “medicina para curar” el lesbianismo, como forma de reducir a las mujeres humillándolas, como estrategia de conquista y colonización de pueblos completos, como expresión de violencia en la pareja. En fin, la violación es un arma dirigida de manera particular y de forma mayoritaria contra las mujeres sin que importe su edad.

El instante de esa noche en la acera fue solo eso, un instante; sin embargo, lo que mi hija me dijo al cruzar la calle quedó resonando en mi cabeza: “Yo nunca pienso que algo malo pueda sucederme, de hecho, creo que si alguien intentara lastimarme o asaltarme, yo podría convencerle de que no lo hiciera”.

Temor como compañero. Sentí miedo de su falta de miedo. Más tarde reflexioné y me pregunté por el momento exacto cuando una deja de sentirse segura en las calles. Me interpelé a mí misma tratando de responder cuándo fue que el temor se convirtió en mi compañero al caminar por la ciudad, al subirme a un autobús, al abordar un taxi.

Cada vez que se conoce una noticia sobre un ataque sexual, ya sea en Costa Rica o en otra parte del mundo, cada vez que escuchamos cosas como lo que le sucedió en un transporte público de la India a una chica que al volver del cine fue víctima de una violación múltiple que acabó con su vida, o casos como el de la adolescente violada por 30 hombres en Brasil, hace apenas unas semanas, una parte de nuestra seguridad y nuestra esperanza mueren dentro de nosotras y es así como el miedo se alimenta y crece.

Con cada ocasión en que una de las nuestras es violada de esta manera, se nos envía un mensaje amenazante que viaja directo a nuestra mente y a nuestro espíritu y nos dice que podríamos haber sido nosotras o nuestras hijas, que puede ser en cualquier momento.

Búsqueda de seguridad. Es agotador caminar con el miedo respirándonos todo el tiempo en nuestro cuello; es cansado que elegir la vestimenta de cada día pase obligatoriamente por la revisión rápida de adónde vamos, si vamos en bus o en automóvil, si hemos de caminar fuera o estaremos reguardadas en un sitio seguro.

Sí, muchas veces tenemos que pensar en todo eso al abrir el armario, y no son pocas las ocasiones en que cambiamos el vestido por los pantalones porque nos parece que quizás así estemos más seguras.

Por todo esto, y más, urge que, como sociedad, estemos en capacidad de cambiar para siempre el significado de ser mujer; es imperativo que el Estado también invierta en reeducar en la construcción de nuevas masculinidades sin que eso signifique restar recursos al combate de la violencia de género contra las mujeres.

Esa noche, al subir por fin al carro, me pregunté hasta cuándo la mujer que se sentó a mi lado iba a vivir en esa inocencia e inmediatamente me percaté de que es así como merecemos vivir todas: sin miedo.

La autora es psicóloga.