El inminente enfrentamiento entre China y Japón

Mientras se fortalece militarmente para hacer frente a la creciente amenaza que plantean las ambiciones geopolíticas de China, Japón procura establecerse como líder entre las democracias asiáticas

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Soy asesor del Praemium Imperiale, prestigioso premio creado con el patrocinio de la familia imperial japonesa para conmemorar el centenario del establecimiento de la Asociación de Arte de Japón, a mediados del período Meiji.

Desde su creación, en 1988, el premio ha sido comparado con un nobel en campos artísticos como la pintura, la escultura y el cine. Después de las ceremonias de este año, visité las estribaciones del monte Fuji, cuyo pico nevado es ocasionalmente visible desde Tokio.

En esta época del año, la región ofrece otra vista impresionante, ya que las laderas debajo de la cima de la montaña están cubiertas de campos de pampa que se mecen y susurran con el viento.

Es una de las atracciones turísticas más famosas de Japón. Durante mi visita, el tranquilo susurro de la hierba se vio interrumpido ocasionalmente por los ecos lejanos de los disparos. No se habría sentido fuera de lugar en Gaza y Ucrania. Pero lo que escuché fue fuego de artillería y tanques desde un centro de entrenamiento cercano de las Fuerzas de Autodefensa de Japón.

Este incidente subrayó el histórico cambio en la política de seguridad de Japón. Bajo el liderazgo del fallecido Abe Shinzo, Japón comenzó a alejarse de su pacifismo de posguerra y abrazó el rearme.

Esta reorientación se aceleró bajo los sucesores de Abe, Yoshihide Suga y el actual primer ministro Fumio Kishida, quien reveló un plan para duplicar el gasto en defensa al 2 % del PIB en los próximos cinco años.

Sin duda, Japón es consciente desde hace mucho tiempo de su peligrosa vecindad geopolítica. A lo largo de los años, se ha colocado como un aliado clave de las democracias liberales del mundo. Como lo expresó el entonces primer ministro Yasuhiro Nakasone a principios de la década de los ochenta, Japón se consideraba un “portaaviones insumergible”, comprometido a apoyar a Estados Unidos y otros países democráticos contra la amenaza soviética.

El movimiento de Japón hacia el rearme pone de relieve su papel fundamental en el mantenimiento de la estabilidad en el Indopacífico y la defensa del orden internacional de posguerra.

Alarmado por las crecientes aspiraciones geopolíticas de China, particularmente hacia Taiwán, Japón trata de profundizar los vínculos de defensa con otros países democráticos de la región, como la India, Australia y Nueva Zelanda.

A medida que Japón asume un papel estratégico más central en la región, finalmente también se está liberando de dos décadas de malestar económico. El colapso de la burbuja de activos a principios de la década de los noventa provocó un cuarto de siglo de estancamiento y deflación, lo que llevó a muchos a creer que el país había perdido su encanto.

Pero la Abenomics, la serie de reformas defendidas por Abe, junto con las políticas proactivas del exgobernador del Banco de Japón Haruhiko Kuroda mejoraron la competitividad, desbloquearon nuevos mercados para los productos japoneses y pusieron a la economía en el camino de la recuperación.

Más importante aún, la resiliencia de Japón refleja la creencia fundamental de que el Estado existe para servir a sus ciudadanos, y no al revés. Esto ha permitido al país ejecutar reformas clave y restaurar la confianza, incluso mientras lidia con el enorme desafío demográfico del envejecimiento de la población y la reducción de la fuerza laboral.

Si bien el duradero sentido de unidad y solidaridad de Japón le ha permitido aplicar políticas económicas sensatas, el Partido Comunista de China (PCCh) lucha por reformas cruciales necesarias para revertir la actual desaceleración económica del país y recuperar el rápido crecimiento que había dado por sentado.

Fusionar una dictadura leninista con una economía capitalista dinámica nunca iba a ser fácil. Pero después de que Deng Xiaoping tomó el poder en 1978 y lanzó la “reforma y apertura” de China, parecía que el PCCh podía hacer que este incómodo matrimonio funcionara.

A medida que la economía crecía rápidamente y el PIB casi se duplicaba cada década, la política china mostró signos de liberalización. La burocracia del partido enfrentó el escrutinio público, el debate intelectual floreció en universidades y centros de estudios y las organizaciones de la sociedad civil expresaron puntos de vista que se apartaban de la línea del PCCh en una variedad de asuntos, desde preocupaciones ambientales hasta políticas familiares.

Muchos se dejaron llevar por la creencia de que China estaba camino a convertirse en una democracia. En cambio, el ascenso de Xi Jinping al poder en el 2012 presagió una regresión radical. En lugar de limitarse a reforzar el sistema unipartidista de China, Xi buscó consolidar el gobierno unipersonal de forma indefinida.

Al reconocer la creciente preocupación dentro del PCCh por su menguante influencia, dio marcha atrás en cada paso hacia una sociedad y una economía más abiertas, lo que provocó desilusión y desesperación entre algunos de los empresarios más exitosos de China.

Con la desaceleración del crecimiento económico y la disminución de las perspectivas laborales, las generaciones más jóvenes se han vuelto abatidas. Sin embargo, Xi ha persistido, presidiendo un régimen secreto caracterizado por despidos repentinos e inexplicables de altos niveles. Algunos observadores han descrito el gobierno de Xi como “Mao con dinero”.

Es innegable que Xi cree en el control centralizado. Pero para mantenerlo, viola el trato implícito que el PCCh estableció con el público chino: si el pueblo se mantiene al margen de la política, el Partido se mantendrá al margen de su vida personal.

Este abuso de confianza debilitó las perspectivas económicas del país. La desaceleración económica de China podría llevar al PCCh a adoptar una forma militante de nacionalismo chino en un esfuerzo por mantener la lealtad pública.

Lo anterior significaría problemas para Taiwán, la región de Asia y el Pacífico en su conjunto y, a largo plazo, para la propia China. Dada la amenaza que plantea la asertividad de China, no sorprende que Japón esté aumentando su presupuesto de defensa y que otros países hayan decidido seguir el ejemplo de Estados Unidos y explorar formas de apoyar a las democracias liberales de Asia.

Aunque China parece estable en este momento, es la estabilidad de un país donde el Estado está decidido a controlar todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos.

Si bien ese control puede ser factible, sin duda sofocará el dinamismo económico del país. Por el contrario, la estabilidad de Japón está firmemente arraigada en la creencia de que una sociedad abierta y libre regida por el Estado de derecho es la mejor manera de fomentar la armonía y la prosperidad compartida.

La diferencia entre las trayectorias económicas de China y Japón plantea la pregunta: ¿Puede un régimen leninista corrupto superar a una sociedad libre? Cualquiera que sea la respuesta, China enfrenta una batalla cuesta arriba.

Chris Patten, último gobernador británico de Hong Kong y excomisario de Asuntos Exteriores de la UE, es rector de la Universidad de Oxford.

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