El hombre de la paz y la neutralidad

Como individuos y sociedad requerimos cambiar de lente, como aconsejaría Monge

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La paz ha sido una vocación profundamente arraigada en el alma costarricense. La llevamos en nuestras venas y se elevó a principio constitucional con la abolición del Ejército. No obstante, si hay un presidente que racionalizó esa tradición y potenció ese amor por la paz fue Luis Alberto Monge, mediante los estudios que antecedieron La proclama de neutralidad perpetua, activa y no armada de Costa Rica en 1983.

Hay muchas formas de recuperar a Luis Alberto. Sirva este análisis, en primer lugar, como homenaje a ese gran hombre, un verdadero adalid del amor al prójimo, la justicia social, la paz y la neutralidad. En segundo término, como diría Jonathan Glover, para que nos sirva de guía moral y parámetro para enjuiciar el presente.

En el marco del dolor que nos produce la partida del expresidente Monge, conviene recordar que en los tiempos que corren, la paz es constantemente socavada a pesar del reconocimiento de los derechos humanos y la creencia en el progreso moral de la humanidad.

La historia de crueldad y asesinatos en el siglo XX y lo que va del XXI es ampliamente conocida a causa del genocidio y los crímenes de lesa humanidad. También por otros hechos que a cada instante quiebran la paz del ser humano: la pobreza, la exclusión, la migración, la intolerancia, la violencia intrafamiliar, la violencia en las carreteras, el narcotráfico, el sicariato, el crimen organizado y la destrucción de la naturaleza.

Es ante estos hechos y la necesidad de paz que por todas partes reclama la gente, que se encumbra la figura y el pensamiento de nuestro querido Luis Alberto. Con su testimonio de humildad y amor al prójimo nos muestra que una paz duradera requiere apertura hacia otras categorías de análisis y acción que trascienden el lenguaje de la política tradicional, en la medida que nos conecta con la esencia de lo humano: la justicia, social y el bien común.

Visión integradora. Desde esa visión integradora, Monge sostiene que “la estrategia nacional de paz no es producto de un gobernante, de un partido o de un gobierno, sino expresión fiel de la nacionalidad costarricense”. Luego agrega que “nuestra paz no es producto del azar, sino fruto del trabajo de un pueblo prudente, conducido por sabios gobernantes en la ruta de un proyecto nacional de vocación pacífica”.

Poéticamente sostiene: “Costa Rica no es potencia económica, ni puede serlo. Costa Rica no es potencia política, ni aspira a serlo. Costa Rica no es potencia militar, ni quiere serlo. Costa Rica es potencia espiritual porque el pueblo practica una fe viva en la fuerza del sentido común, en la fuerza de la voluntad y en la fuerza de la moral”.

En su esfuerzo por conectar visiones, enfatiza que la paz no solo conlleva la ausencia de la guerra y los conflictos, sino que también constituye un aspecto básico para el fortalecimiento de la democracia y la reactivación de la producción con justicia social para todos.

Como buen socialdemócrata, señala que solo cuando se garantiza un mínimo de condiciones materiales y oportunidades económicas a todas las personas, particularmente a las más necesitadas, se puede hablar de justicia y, en consecuencia, garantizar la paz social.

En tal sentido advierte que la paz no es un estado sino un proceso por el que debemos trabajar día con día. Perder la paz es muy fácil y casi imposible recuperarla, “porque la ruta de destrucción queda empedrada con rencores profundos y heridas difíciles de restañar”.

Indignación. Precisamente aquí es donde sus enseñanzas nos obligan a hacer un alto en el camino, para enjuiciar, como si fuésemos jueces de nosotros mismos y de la sociedad, la manera como nos estamos conduciendo.

Estudios de diferente naturaleza, las encuestas de opinión, pero fundamentalmente nuestro estado de ánimo, nos dicen que la mayoría de los costarricenses están indignados con el funcionamiento del aparato público, lo que eventualmente podría poner en riesgo ya no solo la fe en la democracia, sino también la estabilidad política y con ello la paz social.

Por eso, como individuos y sociedad requerimos cambiar de lente, como aconsejaría Luis Alberto Monge. Esta es la hora de impulsar en paz y democracia cambios de fondo en el estilo de desarrollo, el modelo de Estado y el sistema político. Pero para lograrlo, tenemos que dejar de lado la incumplida promesa del cambio y pasar a la construcción de una nueva Costa Rica, que nos permita vivir mejor a todos.

El autor es abogado.