El execrable afán de lucro

La diferencia entre lucrativo y no lucrativo es una distinción semántica, para ordenar diversas palabras, pero inútil para el análisis.

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Muchos opinan que lucrar, es decir, producir teniendo ganancia, logrando un producto de mayor valor que su coste, es condenable, o al menos indeseable. Esto implica una visión de las cosas humanas contraria a la experiencia histórica, -adquirida a partir de la racionalidad económica propia de la Revolución Industrial-, un tirar por la borda la obra civilizadora de la burguesía y un volver al ancien régime con todas sus carlancas, estratificación social y pobreza generalizada, como en las líneas siguientes espero poner de manifiesto.

La diferencia entre lucrativo y no lucrativo es una distinción semántica, para ordenar diversas palabras, pero inútil para el análisis. Cuarenta años atrás, de labios de un sabio jurista italiano, constituyente por el Partido Socialista Italiano, aprendí que eso de lucrativo era, si acaso, un flatus vocis, la vibración de las cuerdas bucales y nada más, por lo menos desde el punto de vista jurídico pues el Derecho, al menos el de las obligaciones y los contratos, analiza conductas racionales, y en él existe solo lo lucrativo, ya que tanto lucra quien logra una plusvalía, un más valor, como el que evita un costo. Y todos los actos o buscan una ganancia, o intentan disminuir un costo, por lo que toda actividad es lucrativa. Incluso el mataburros barrunta la justeza de este planteamiento, cuando define lucro como "Ganancia y provecho que se saca de una cosa", con lo que los actos de benevolencia son tan lucrativos como los estrictamente comerciales, pues no es concebible un acto que no fuera provechoso. Consecuentemente, es mala técnica jurídica esa distinción de lucrativo y no lucrativo, la que se sostiene por razones metajurídicas, pero igualmente inapropiadas.

No es por un criterio racional que se conceptúan unas acciones como lucrativas y otras como no lucrativas, esto se hace por un criterio atávico, lo que debe ser puesto de manifiesto para que lo sea la conducta de quienes así "razonan"; se dejan llevar por la inercia de la costumbre, por superstición, en lugar de comandar los hechos mediante la reflexión reposada, mediante una elaboración intelectual de la experiencia acumulada. Esta prejuiciada senda o método extravía porque nos hace tropezar con dificultades insalvables: la hipocresía, la irreflexión y la falta de discernimiento histórico.

Hipocresía cuando se pretende que unas actitudes serían virtuosas solo por no ser lucrativas, en tanto que las lucrativas serían execrables; esta afectación de virtud, se basa en una falsedad y por lo tanto es hipócrita; seguramente quienes emplean este "método" buscan otra cosa y no lo que nos hacen creer. Usualmente andan tras una ilegítima concentración de poder, para manipular las cosas y evitar el cambio, o para que se hagan como convenga a cierto grupo que ponen en lugar de la sociedad. Hipócrita, también, porque pretende que la tradición, es decir, el prejuicio, sea el fundamento de la moralidad, en lugar de la racionalidad de los actos, su congruencia con el progreso general.

Irreflexión, por no percatarse de que las conductas lucrativas corresponden a un entorno social de mayor productividad, espontaneidad y respeto por los individuos, por sus capacidades, sus potencialidades y sus deseos; en cuanto una sociedad es "no lucrativa", debe ser otra cosa, y esa otra cosa implica la prohibición de incursionar en campos nuevos o resolver los tradicionales, entonces las cosas habrán de hacerse como se hacían, y para garantizarlo ha de ponerse toda clase de cortapisas a la iniciativa de las personas: será entonces el funcionario quien decidirá quién prestará los servicios y cómo se producirán los bienes, en lugar de determinarlo los clientes, los consumidores que los demandan. La remuneración de los autorizados a producir, los concesionarios, será asimismo la que corresponda a su status, la que sea "justa", según el funcionario, y no la que el cliente esté dispuesto a pagar; se caerá en un sistema de incentivos muy ineficiente y por ello muy costoso, pues estará desvinculado de la productividad, incluso no se retribuirá directamente, en efectivo (racionalmente, conforme a la aceptación del producto), sino indirectamente, mediante honores, distinciones y prebendas. La debilidad de este modo de conducir los asuntos fue tanta, que impidió el crecimiento de la civilización y derrocar este sistema (ancien régime) fue la obra colosal de la burguesía, que, al encomendar al lucro lo que antes eran "desempeños sociales", logró el amanecer de civilización para todos, en los últimos dos siglos.

Falta de discernimiento histórico. pues desconoce lo que en el mundo ha acaecido desde la Revolución Industrial, continuando apegado a un tipo de sociedad propio del antiguo régimen o hasta del medioevo, sin caer en cuenta de que las economías de comando y las retribuciones dependientes del status, desvinculadas del justiprecio del servicio por el cliente, son las carlancas que impedían caminar por el camino de la civilización y del progreso.

A todo lo anterior debería añadirse una dosis de inepcia, propia de los enemigos del lucro, a saber, que, si dejáramos las cosas en sus manos, acabarían transformando la familia y el matrimonio, con la misma lógica que aplican a los demás negocios humanos, ¡prohibiendo el afán sexual!.

En conclusión, cuando alguien pretenda que alguna actividad debe hacerse en afán de lucro, basta con ello para saber que es un individuo que "sin querer queriendo" es conservador a ultranza, manipulador, hipócrita e irreflexivo, del cual -y de sus proyectos- lo mejor es mantenerse a la más prudente de las distancias.