El eterno debate de ganar o perder

La razón y la religión deben apuntarse sus debilidades, alcances y límites

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En enero del 2004, el entonces cardenal J. Ratzinger entabló un diálogo con el filósofo J. Habermas respecto de las bases morales que se suponen en el Estado liberal. Lejos de admitir que fue una conversación acalorada entre ambos, los dos pensadores alemanes concluyeron en la necesidad de que ambas formas de conocimiento humano, filosofía y teología, se vigilaran mutuamente.

Para Ratzinger, la humanidad no necesita del estallido de una gran guerra para convertir nuestro mundo en un mundo invivible. El terror que acecha a la humanidad constantemente trata de legitimarse moralmente. Por ejemplo, el comportamiento terrorista se presenta como una defensa de la tradición religiosa frente a la impiedad y el ateísmo de la sociedad occidental. Pero si la religión está alimentada por el fanatismo religioso, debemos asumir que la religión es un poder arcaico y peligroso que construye universalismos falsos conduciendo así a la intolerancia y al terror.

Si alguna forma de religión actual posee estas características, existe la necesidad de ponerla bajo la tutela de la razón e imponerle cuidadosos y estrictos límites.

Pero la religión no es la única susceptible de presentar patologías. Los agigantados avances de la ciencia y la tecnología han producido armas de destrucción masiva. La bomba atómica es un producto de la razón, y en este sentido hay que considerar la posibilidad de que la religión tutele a la razón, no ejerciendo su influencia como una fuerza moral positiva, si se quiere, sino atendiendo a la interrogante sobre la fiabilidad de la razón. En este sentido, debería pues, limitarse religión y razón mutuamente, y señalarse en cada caso sus propios límites.

Instrumento obsoleto. Históricamente, la Iglesia católica ha abogado por el derecho natural, pero este instrumento ya debe ser sustituido, dice el cardenal, porque se encuentra embotado, obsoleto y no responde a las necesidades actuales; pues con la victoria de la teoría de la evolución se puede dar cuenta de que el presupuesto sobre que el derecho natural y el derecho racional se compenetraban no es tan cierto.

Debe propiciarse una reflexión que implique asumir las consideraciones de la investigación científica, y ello implica no entrar en conflicto con el derecho racional en su diálogo con la sociedad secular, pues se debe apelar a la razón común y buscar las bases para un entendimiento acerca de los principios éticos del derecho en una sociedad secular pluralista, y este necesario diálogo implica planteárselo interculturalmente.

Marco de acción. Por lo tanto, razón y religión deben apuntarse sus debilidades, alcances y límites. La filosofía debe tener a la teología como guía, y la teología debe tener a la filosofía como límite. Hay patologías en la religión que son altamente peligrosas, pero la luz de la razón debe considerarse para salir de apuros, aunque las patologías de la razón no son menos peligrosas.

Consecuentemente, es necesario que la religión de cierto modo se purifique, se ordene una y otra vez, como lo creían los padres de la Iglesia.

La religión debe amonestar a la razón, señalarle sus límites y aprender de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad, no con ánimos de retornar a la fe, sino de lo que se trata es de liberarnos de esa vieja idea de inicios de modernidad, conforme a que la fe no podría decir ya nada al ser humano, porque la fe contradiría a la idea humanista de razón.

El autor es estudiante de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión, Universidad Nacional de Costa Rica.