El espíritu de la Navidad

Una característicade estas épocases el amorentre las personas

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

“El Niñito Dios y Santa Claus no existen”, dice un niño y agrega: “Son los papás los que traen regalos”. Una frase lapidaria cuyo destino era destruir la ilusión e inocencia de mi hija que, como muchos niños, esperan ansiosos la Nochebuena; pero más me sorprendió la respuesta de ella: “Usted se porta tan mal, tan mal, que Santa no le trae nada y por eso sus papás le compran los regalos, para que usted no se sienta mal, porque, si no, usted no recibiría nada en Navidad”.

No oculto cierto orgullo ante la respuesta, pero a la vez yo mismo me cuestiono: ¿Existen el Niñito Dios y Colacho, quienes traen regalos? ¿Existe motivo para refutar categóricamente la existencia de dos conceptos que producen un cambio de actitud de las personas y despiertan la ilusión de los niños en esta época decembrina?

Efecto de la fe. El hecho de que no se les vea no quiere decir que no existan, quiere decir que yo no los veo... Entonces, la respuesta a la pregunta es simple: Nunca los he visto, pero tampoco he visto nunca a Dios o a Jesús. Es más, nunca he visto el aire y, peor aún, nunca he visto el viento. ¿Y por eso no existen? Pero he visto su obra, he visto la felicidad de los niños cuando abren los regalos, he visto la compasión, he visto la solidaridad, he visto el amor de mucha gente ayudando a familias a repartir obsequios a niños que de otra forma no tendrían nada.

También he visto el llanto de felicidad de una madre cuando un grupo de personas le ayuda con una canasta de víveres y sabe que esa noche podrá cenar con sus hijos viendo una sonrisa en sus rostros, he visto cómo se reúnen familias que han pasado el año separadas por rencores o por la distancia en una mesa para compartir una rica cena de Navidad, he visto y sentido la emoción de ver el árbol del Hospital de Niños cuando enciende las luces... en fin, he visto cómo esta época puede sacar lo mejor de mucha gente y la sonrisa de quienes pasaron todo el año llorando.

Felicidad. La actitud proactiva de ayudar al prójimo debería mantenerse siempre, pero las cosas son como son, y lo cierto del caso es que me basta y me sobra para decir que la idea de que el Niñito Dios nace el 25 de diciembre y que trae regalos hace que mucha gente se acuerde de los demás, que perdone, que se acuerde de que la vida es más placentera ayudando, que se puede ser buena persona y servir a otros, que la emoción y asombro de los niños viendo envoltorios bajo un árbol, que aparecieron misteriosamente, vale la pena...

Así que si me preguntan si existe Santa Claus o si existe el Niñito Dios debo responder: Yo nunca los he visto, pero eso no quiere decir que no existan y tampoco que Dios no actue a través de su historia, de su cuento, de su tradición para que padres, personas, entidades, etc., se acuerden del prójimo en esta época y hagan de ella la más feliz del año. Recuerden aquel pasaje bíblico: “Dichosos los que creen sin haber visto”.

El autor es médico.