El error del canciller

Según el canciller, quienes critican el desaire a Brasil son simples politiqueros

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En La Nación del martes 11 de octubre, Manuel A. González Sanz, canciller de la República, hace una heroica defensa del desplante que protagonizó la delegación de Costa Rica en la Asamblea General de la ONU, al levantarse de los escaños antes de que el presidente de Brasil, Michel Temer, pronunciara su discurso.

En la defensa de tan inesperada actitud del presidente de Costa Rica y sus acompañantes asambleístas, González indica que los ataques (así reza el subtítulo respectivo) que ha recibido la susodicha acción, obedecen a una mala intención de algunos que han aprovechado el infortunado incidente para atacar al gobierno, al presidente y al canciller.

En otras palabras, según el canciller, quienes critican el acto son simples politiqueros aprovechados de un acontecimiento altamente cuestionable para enfilar sus dardos venenosos contra el gobierno.

Pero escapa al análisis de don Manuel el hecho de que no todos los que criticamos la posición del gobernante y su equipo en su abandono de la Asamblea, hemos señalado que el asunto deriva de una identificación de nuestro gobierno con el ALBA.

Coincido con el canciller en que lo que tienen en común Costa Rica y el ALBA es nada, por lo que, de paso, deberíamos dar gracias a Dios.

Mal momento. Lo que resulta innegable es el pésimo momento que nuestra delegación eligió para manifestar su desacuerdo con lo que ocurre en Brasil.

No es objeto de este comentario el aprobar o desaprobar los hechos que llevaron al presidente Temer a ejercer la presidencia brasileña; baste con decir que su ascenso al poder es resultado de un proceso legítimo contemplado en la legislación de ese hermano país y que al resultar exitoso el impeachment contra la anterior presidenta, es a él a quien le corresponde asumir el mando del gobierno.

Ese resultado puede gustarles o no a los asambleístas costarricenses, pero no pone ello en entredicho la legitimidad del proceso en esa nación.

Aun si las razones para abandonar la Asamblea por parte de los representantes del ALBA y los representantes de Costa Rica son diferentes, la coincidencia temporal y práctica del acto comprensiblemente las mezclan a los ojos del observador.

La inevitabilidad de la asociación quizá pueda ejemplificarse con la suposición de un evento menos elevado políticamente hablando.

Si hay una manifestación callejera en que algunos participantes lanzan piedras contra la Policía que pretende reprimir la acción, simplemente porque repudian lo que la Policía representa, y coinciden en la manifestación otros que lanzan piedras porque pretenden demostrar que los escudos que usa la policía son ineficaces, la diferenciación motivacional va a resultar engorrosa de percibir.

Aceptación tácita. Con el desaire al presidente Temer por parte de nuestra delegación ante la ONU, estamos, entonces, aceptando la posición alejada del ALBA que sostiene nuestro canciller, ante un acontecimiento inoportuno y barnizado de impericia.

La posición de Costa Rica ante el concierto de las naciones no solo debe ser absolutamente clara en nuestra percepción diplomática y democrática, sino que también debe proyectarse diáfanamente en los foros que corresponda. El error del canciller es olvidar que la mujer del César no solo debe ser honrada, sino también parecerlo.

El autor es académico.