El Cantar de (los) Rolando(s)

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El Cantar de Rolando es el monumento más antiguo de la literatura franco-catalana. Este relato anónimo del siglo XI se centra en la mítica derrota sufrida por la retaguardia franca que, bajo el liderazgo del conde Rolando, protege la retirada del rey Carlos el Grande (Carlomagno) cuando este regresa de una victoriosa incursión en la Península Ibérica ocupada por el Islam.

En los pasos pirenaicos, las huestes de Rolando entran en desigual combate con un formidable ejército sarraceno. El héroe tiene la opción de soplar su olifante, cuerno de marfil cuyo portentoso sonido puede hacer que el rey Carlos y el grueso de sus tropas regresen a combatir contra los infieles, pero el conde Rolando es muy testarudo y, pese a las demandas de su compañero Oliveros, se niega a usar el cuerno. Cuando, por fin, se decide a hacerlo es demasiado tarde. En efecto, el rey Carlos acude y derrota a los sarraceños, pero la retaguardia carolingia ya ha sido aniquilada hasta el último caballero.

Esta podría ser, para la dirigencia del Partido oficial, una útil premonición, aunque sea solo porque, ante lo que se presenta como posible y catastrófica derrota, dos Rolandos y no uno podrían soplar los olifantes para llamar en su auxilio a un Carlos todavía no determinado.

En momentos en que un gobierno liberacionista se ha pasado con armas y bagajes al sistema monárquico, se podría traer desde el Reino Unido a Carlos, Príncipe de Gales. Sin embargo, a este ya le ofrecieron en Londres un empleo bien remunerado y es muy probable que, al igual que Lady Diana, ambos Rolandos -Presidente y Secretario General del PLN- lo tengan todavía por infiel y, por ser miembro de la Iglesia Anglicana, no católico. Además, dinastías en el PLN no faltan y menos la de Windsor.

Tampoco es recomendable llamar a Carlos, el venezolano terrorista más conocido como Carlosmágnum, ya que por el momento las autoridades francesas lo tienen encerrado y todavía no ha sido ni siquiera cónsul de Costa Rica en Austria.

En cambio, sí se podría pensar en el Carlos Manuel Castillo, el mismo al que el clan de Rebeca Grynspan dejó cesante. Muchos, es cierto, dudan que siga siendo el rey y, a diferencia del famoso emperador franco, no se le conocen victorias importantes, históricas o mitológicas. Pese a todo, siempre nos recordará la indagatoria de Marsilio, rey musulmán de España: "Carlomagno está canoso..., por tantas tierras ha pasado en sus conquistas, tantas heridas recibió de buenas espadas afiladas, mató y venció en la pelea a tantos poderosos reyes, y ¿aún no se cansa de luchar?" A lo que su interlocutor, el traidor franco Ganelón, responde: "¡Jamás, en tanto viva el sobrino!"

Porque, en efecto, el conde Rolando es, de Carlos, sobrino y virtual guardaespaldas.

Dios inspire, pues, al par de Rolandos de estos pagos para que soplen sus olifantes a tiempo y con buena gana. Y si acaso les agarrase tarde como le ocurrió al homónimo héroe carolingio, sepan que el conde Rolando, al morir, le entregó a Dios su guante derecho y, en el acto, fue conducido al paraíso con la ayuda del arcángel Gabriel, el ángel Querubín y -¡cosa más grande, chico!- San Miguel del Peligro.

No hemos comprobado si este Miguel sobrevive aún en el santoral romano, pero no hay duda de que los Rolandos verán muchos peligros en los Migueles que por acá tenemos.

Las postreras palabras del conde Rolando fueron: "Padre verdadero que jamás has mentido: tú, que resucitaste a Lázaro de entre los muertos; Tú que salvaste a Daniel de los leones, salva mi alma de todos los peligros, por los pecados que cometí en mi vida." En verdad, la ficción literaria ¡sí que entretiene!