El bien o el mal sin medias tintas

No hay pero que justifique la masacre que se ha cometido contra el pueblo de Israel

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Estoy frustrado, con el corazón hecho añicos. La furia por dentro quema todas las fibras de mi alma. Lo ocurrido en Israel en los últimos días es, quizás, una de las peores masacres registradas en la historia de la humanidad.

De Hamás no esperaba nada diferente. Verdugos de muchachos que inocentemente disfrutaban de sus mejores años, que cantaban y bailaban en un concierto por la paz, y partieron de este mundo mientras miraban el ultraje.

Hordas de bárbaros. Sí, sanguinarios e inhumanos, capaces de degollar niños y bebés frente a sus padres, de secuestrar adultos mayores, para luego hacer caravanas con sus cuerpos cercenados.

Todavía escuchó el grito de “Allahu akbar” (Alá es grandioso) sobre una camioneta en la que se ve a la turista alemana que ni siquiera es judía o israelí. También, miro el video de la joven israelí que es bajada de un automóvil, sangrando las piernas, y de seguido con ese cántico agradecen la grandeza de Dios. ¿Dios? En las almas despiadadas no hay espacio para Dios, y los más de 1.000 víctimas que cayeron en manos del terrorismo son testimonio de la diferencia entre el bien y el mal.

Mi gran decepción son las posiciones complacientes de algunos diputados, que con un cinismo desenfrenado decidieron sacar la bandera de la neutralidad como excusa para no condenar lo inexcusable.

Lo mismo hicieron las organizaciones “progres” que defienden a Hamás con banderas del movimiento LGTB+, y que desconocen que estas minorías serían igualmente asesinadas solo por su orientación sexual.

Los que lo hicieron deberán cargar con su decisión durante el resto de sus vidas, y yo los hago personalmente responsables por titubear justo cuando la humanidad misma está en riesgo.

En las cosas del bien y el mal no hay medias tintas, o se está a favor o se está en contra. No se puede quedar bien con Dios y con el diablo, y, desgraciadamente, el que calla ante lo sucedido no está cerca de Dios.

Cualquier condena que sea seguida de un “pero” o un “es que” carece de valor alguno. No hay pero alguno que justifique la masacre que se ha cometido, y poco favor le hacen a la causa que defienden.

Igual repudio me provocan quienes salen a manifestar su apoyo a la resistencia palestina, sin permitir a los deudos digerir la tragedia que recientemente destruyó sus hogares. En palabras sencillas, es como llevar un mariachi a la familia que pierde a sus hijos a manos de un asesino en serie mientras ellos aún velan sus cuerpos.

No me malentiendan. Apoyo la libertad de expresión, pero hay momentos en la vida en que es imperativo abstenerse, guardar silencio y dejar en paz, por unos días siquiera, a los que lloran aún a sus muertos. Que ninguno de ellos sepa nunca el dolor y la impotencia que sienten hoy mis hermanos brutalmente aniquilados.

Las muestras de solidaridad que hemos recibido de casi todos los rincones de la tierra me llenan el corazón de esperanza. Gracias a los líderes de las naciones nobles que comprenden que lo ocurrido no es un acto de legítima defensa; fue y seguirá siendo una masacre impensable contra gente absolutamente indefensa.

Ver las imágenes de la Torre Eiffel o de la Puerta de Brandeburgo con los colores de la bandera del Estado de Israel me da la ilusión de que un mundo mejor es posible. A los amigos no judíos que nos han manifestado personalmente su apoyo, mi agradecimiento sincero. Hace una enorme diferencia sentirse acompañado en estos difíciles momentos. Nunca olvidaré los gestos de empatía y solidaridad.

Espero que el mundo no sepa más de tristezas y que pronto llegue la paz que los seres humanos merecen.

astern@lawgical.cr

El autor es abogado.