Dramas de hospital

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Como periódicamente debo ir al Hospital Calderón Guardia a que me examine la Dra. Mayela Rojas, especialista en muchachos de 80 para arriba, me doy cuenta, por medio de las relaciones con el personal auxiliar, de los dramas que pasan todos los días por esos despachos.

María llegó un día con su esposo a contarles a los doctores que llevaban tres años de casados y no habían podido tener hijos, y que les ayudaran a conseguir alguno que necesitara un hogar, para adoptarlo. Después de algunos meses, el niño apareció y fue adoptado, llevando la felicidad a aquel hogar que tanto lo deseaba. Con el tiempo, el niño creció y se convirtió en un muchacho revoltoso y de mal carácter. Un día, la madre se dio cuenta de que su marido tenía otra mujer y, furiosa, le dijo que se fuera, sin tomar en cuenta las dificultades económicas que aquella actitud le traería.

El muchacho ya se ganaba algo en un trabajo modesto y mal pagado, pero con eso sobrevivían, no obstante que el joven vivía enojado con su madre por haber despedido a su padre. El muchacho comenzó a tener vicios y malas juntas. Un día, en una reunión de drogadictos, apareció un muerto, y después de las investigaciones judiciales, el muchacho resultó culpable y fue a parar a la cárcel. La madre se quedó sola y sin amparo de nadie. De vez en cuando iba a limpiar casas ajenas para poder conseguir algo de sustento. Un día en que los vecinos tenían tres o cuatro días de no verla, decidieron ir a buscarla, pero, como nadie les abrió, decidieron forzar la puerta y entrar al cuarto, encontrándola tendida en la cama. Había muerto, posiblemente, de hambre…

Otra historia dramática salida del hospital: Una pareja joven llega al despacho del médico para saber si es cierto que ella está embarazada. El médico confirma la sospecha y la pareja regresa feliz a su hogar porque es la primera vez que van a ser padre y madre. Tres meses después, la muchacha siente algunas molestias y decide visitar al médico. El doctor le diagnostica que lo que ella tiene es un cáncer y que, para el parto, peligran las vidas de los dos. “Le toca a usted decidir a quién salvo”, le dijo el médico. Ella, valientemente, le respondió: “Tiene que salvarnos a los dos”. Llegó el día del parto y la operación fue todo un éxito: los dos se salvaron.

Dos meses después, la madre se sintió mal e ingresó al hospital. Los médicos hicieron todo lo que pudieron, pero no fue posible salvarla y el niño quedó solo en el regazo de su padre y sin el amparo del pecho materno que le hubiera ayudado a crecer en sus primeros días.

Que Dios proteja al seguro social, porque los políticos… ¡quién sabe!