Dosis de soberbia

Las necesidades insatisfechas no son una señal de fracaso, y no es sensato esperar que todas las necesidades sean satisfechas

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Son muchos los significantes utilizados para definir el malestar moderno: ansiedad, depresión, angustia, ataque de pánico, y para combatirlo se divulgan, sobre todo entre los adultos jóvenes, instrucciones de sabiduría.

Tales instrucciones enmascaran tanto la renegación de la autoridad como la demanda de hiperproductividad, y prescripciones de dopamina, que no hacen más que agravar el cansancio que, a su vez, aparece como molestia en edades cada vez más tempranas.

Estos remedios para el bien vivir proyectan en la autoimagen de las personas la exigencia de invertir la sensación de impotencia y sustituirla por una realidad que ensalce al individuo e hinche su ego.

Para responder a esta demanda, la mente se sirve de fantasías y narraciones que conducen a perseguir metas irreales y que, además, no tienen relación con las necesidades básicas del ser humano.

Bajo el espejismo de la dupla sabiduría-dopamina y con el único fin de abultar el ego, la riqueza, el éxito y la fama conforman la tríada de las metas e ilusiones a las que se aspira actualmente, y con ello se divide a la gente entre los que “las tienen” y los que “no las tienen”, a sabiendas de que, tanto sufren unos como los otros, porque la realidad es que la tendencia a ganar más dinero del que realmente se necesita desvía la pulsión de vida hacia actividades vacías, y la búsqueda del éxito y la fama no apunta más que a los vestigios del deseo infantil de ser reconocido y amado.

Sabemos que a la satisfacción y al envanecimiento de sí mismo se le conoce como soberbia, vicio en que incurrió Belerofonte, héroe de la mitología griega que imaginó que podía ocupar un lugar junto a los dioses del Olimpo, imprudencia que lo llevó a ser expatriado por decreto divino. autófago desesperado, fue condenado al alejamiento, a la ausencia y al vacío de un corazón devorado por la tristeza.

Su historia nos ayuda a recordar que la falta de realidad que impregna la actitud y conducta de algunos individuos o, dicho de otro modo, la negación de su realidad, es la resistencia del Yo a todo lo que les perturba: no ser amados por quien quieren que lo haga, envejecer, fracasar, no ser reconocidos, enfermar, sentirse insatisfechos sexual o económicamente, morir.

Les es imposible creer que eso les pase. Esta negativa toma la forma, en el peor de los casos, alucinatoria de “esto no me puede estar pasando” o, como dice el meme, “cómo es posible este suceso”, y que se explica mejor a través del análisis que hace Donald Winnicott acerca de que cuando una persona rechaza el derrumbe o el fracaso es, ciertamente, porque este ya sucedió.

Por otra parte, para Maud Mannoni, el ser humano se constituye en sujeto a través de rebeldías y valentías, de ilusiones perdidas, de aspiraciones malogradas, lo queramos o no.

Estamos inscriptos en una serie de imposibilidades, de luchas perdidas y desilusiones. ¿No es acaso el poder reencontrarse a sí mismo en una posibilidad de creación a pesar de los fracasos?, pregunta la psicoanalista francesa.

Cabe mencionar que la presencia de necesidades insatisfechas no es una señal de fracaso, y no es sensato esperar que todas las necesidades sean satisfechas, por tanto, podríamos convenir en que no hay nada más natural que frustrarse y, al parecer, nada más común que deprimirse.

Que algo sea “estadísticamente” normal no quiere decir que sea saludable. El médico y psicoterapeuta Alexander Lowen, padre del análisis bioenergético, afirma que no debemos esperar que un ser humano esté siempre alegre, pero es imposible negar el matiz depresivo que se extiende en este mundo moderno, dominado por la soberbia.

Está claro que nadie es inmune a los cantos de sirenas y que las fragilidades psíquicas forman parte de la sociedad que hemos elegido construir; sin embargo, en el auge mundial experimentado por los fenómenos depresivos y ansiosos, parece vislumbrarse un pedido de ayuda que se hace oír desde el fondo de esta crisis social e individual.

Quienes trabajamos en el área de la salud mental sabemos que de aquello que ya nos aconteció se sale hilvanando verdades, porque lo real está todo el tiempo, lo queramos afrontar o no. Es como una piedra en el zapato, no se puede desatender por mucho tiempo, pues andaremos cojeando.

cgolcher@gmail.com

La autora es psicóloga y psicoanalista.