Dos síntomas, una enfermedad

Frecuentemente se cae en la tentación de plantear grandes obras en papel y no hacer nada

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En días recientes, dos noticias llaman la atención sobre el tema del caos vial. Una es la declaración del ministro del MOPT, quien afirmó que si no se termina la reconstrucción del famoso puente de la “platina”, renuncia. El otro es la iniciativa de un grupo de municipalidades de la Gran Área Metropolitana por un teleférico. Las dos son aristas del mismo problema que vivimos todos sobre el congestionamiento en las carreteras.

Actitud. Lo dicho por el ministro refleja la actitud del funcionario que está de paso por la institución, no tiene arraigo ni voluntad por hacer su tarea efectivamente y eficazmente como debe ser. Todos los que tenemos varias décadas de contar con cédula extrañamos la presencia de vagonetas y maquinaria pintadas de rojo con las letras blancas del MOPT en los caminos, cuando esta institución se encargaba de las obras viales del país.

Aquella gente era la que le ponía ingredientes extra a su trabajo diario para hacerlo bien, automotivada y con compromiso. No eran pocas la penurias que sobrellevaban y tampoco tenían los beneficios (derechos adquiridos les dicen ahora) que disfrutan los empleados públicos; pero sentían orgullo de su trabajo y lo hacían con gusto y sacrificio, realizando primero su deber.

El actual ministro, y los que lo han precedido en las últimas administraciones, ven su salida como libramiento de una responsabilidad que parece les incomoda. Son reflejo de la miopía y desidia con que se lleva a cabo la ejecución de obra vial en nuestro país.

Una declaración adecuada del ministro habría sido: “Trabajaremos las 24 horas, feriados, en turnos o como sea, con tal de terminar el puente a tiempo o antes y con calidad para resolver el problema de una vez por todas”.

Lo bueno o lo perfecto. En cuanto al proyecto del teleférico, la intención de las municipalidades es buena ante la inoperancia del Gobierno Central para resolver o mitigar el caos vial, o ante su debilidad para hacer cambios en el transporte público como la sectorización.

El punto es que otra vez se cae en la tentación de plantear grandes obras en papel y no hacer nada. Hace unos meses leí que desde la década de los sesenta del siglo pasado se planeó la carretera de Circunvalación, y se dijo en ese entonces que una vez realizada esta primera etapa se tendría que construir la segunda Circunvalación en un anillo exterior.

Un gran plan que sigue sin terminar a estas fechas, como tampoco se ve avance en el más reciente del tren urbano eléctrico. Se comprueba que el enemigo de tener algo bueno es querer lo perfecto.

Por otro lado, es cuestión de sentido común, de observación, y no requiere sofisticados análisis y estudios detectar que con muchas y pequeñas obras se ayudaría a descongestionar las carreteras.

En nuestras calles nos encontramos con un sinnúmero de “cuellos de botella” de sencilla solución. Veamos unos ejemplos: puentes cortos de dos vías en carreteras de cuatro (Manolos-Aeropuerto, Lindora y otros), carreteras de dos carriles con derecho de vía hasta para cuatro (Escazú-Santa Ana-Piedades), ausencia de bahías para autobuses, ingresos y salidas a autopistas cortos y estrechos, etc.

Habrá muchos otros sitios que con obras civiles pequeñas, de poco impacto y tiempo de ejecución, ayudarían en mucho a disminuir tiempos de traslado. Recientemente, las municipalidades de Belén y de Alajuela anunciaron este tipo de obras para su cantón, ejemplo a seguir por todas las demás, independientemente de si se trata de carreteras nacionales o cantonales, y de la dificultad que existe en articular diferentes dependencias.

Eso sí, no hay que dejar de planificar proyectos a mediano y largo plazo y que se ejecuten de acuerdo con un cronograma que trascienda los escasos cuatro años de un gobierno, aunque para esto sea necesario una total reingeniería al MOPT y al Conavi, pues está demostrado que no son capaces de esta labor.

El autor es ingeniero.