Donantes voluntarios, donantes samaritanos

No hay que poner condiciones extremasal donantevoluntario

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El pasado jueves 27 de junio, en la sección Foro de La Nación , se publicó un interesantísimo artículo del Dr. Carlos Chaverri M., hasta hace pocos meses jefe de la sección de Nefrología del Hospital México por más de 25 años. Dicho artículo hace referencia a la demanda, cada día más creciente, de pacientes con insuficiencia renal crónica que necesitan un trasplante de riñón. De lo contrario, tendrían que estar siendo sometidos a diálisis en espera de un donante para, luego, poder reintegrarse a la sociedad.

Soy trasplantado renal desde 1986 y la operación se realizó en el Hospital México con un éxito total. Conozco por experiencia propia la abnegada labor del equipo de trasplantes y, en especial, del Dr. Chaverri, quien nunca dudó en sacar el tiempo necesario para conversar con posibles donantes, ya fueran parientes o no parientes de la persona necesitada del riñón, y lo hizo únicamente en aras de la cura definitiva del enfermo. Como recalca el doctor, “la donación de fuente cadavérica no es suficiente para que se mantenga un programa constante de trasplantes”.

Se dice en dicho artículo que los pacientes renales aumentan, aproximadamente, en 500 casos por año, una cifra alarmante, diría yo.

Altruismo. Al respecto, deseo destacar lo que manifiesta el Dr. Chaverri: “Hay pacientes que no tienen la posibilidad de un donante consanguíneo o político”. En el artículo se hace referencia a la existencia del llamado “donador samaritano”, que es aquel que, sin tener ninguna relación familiar, acepta desprenderse de uno de sus riñones para salvarle la vida a un semejante. Su desprendimiento es con altruismo, sin ningún otro interés que el caritativo. Algunas veces, donante y donatario no se conocen entre sí.

En relación con lo anterior, considero importante que los diputados, al discutir una nueva Ley General de Trasplantes, no pongan restricciones al donante voluntario, al donante samaritano. La razón es muy sencilla: cada día aumentan los enfermos renales con la necesidad de un trasplante para continuar con vida. La enfermedad no escoge clase social, económica ni política, y tampoco a niños ni a adultos.

Soy consciente de las recientes noticias sobre supuestas irregularidades en la donación de órganos, que no son aceptables para nadie y entristecen. Creo que los diputados deben ser sensatos, ecuánimes y con una gran dosis de racionalidad para no poner condiciones extremas al donante voluntario, al donante samaritano.