Doctor, le regalo un pollo

¿Qué debe hacer un médico cuando lo honran con los mismos ritos que a un dios?

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La vida está llena de coincidencias, de puntos de encuentro y de lazos que lo mismo atan el pasado con el presente, que lo mítico con lo cotidiano. Hace unos días, el doctor Aristides Monge publicaba un artículo, en este mismo medio, en el que contaba que Sócrates, antes de morir, se acordó de que no le había agradecido a Esculapio (dios de la Medicina), el haber gozado de buena salud durante su vida y le pidió, entonces, a su discípulo Critón que fuera a sacrificarle un gallo.

Esta historia y los buenos consejos que el doctor daba a sus colegas, a la hora de tratar un paciente, me motivaron a enviarle a mi hijo el artículo y... ¡qué cosa tan maravillosa!, el destino había lanzado sus dados.

“Fíjate, madre --me escribía mi hijo a vuelta de correo electrónico–, que el día en que me enviaste el artículo del Dr. Monge a mí me regalaron un pollo. Claro que no era un pollo vivo, ya el pobre había sido sacrificado y a mí me lo trajeron asado. Vino una familia mexicana a agradecerme la recuperación de uno de sus parientes. Venían con el pollo, listo para que yo almorzara”.

¡Dios mío, le han dado un regalo de dioses!, pensé yo. ¡Qué interesante debe ser recibir un regalo tan simbólico que no perdió ese toque mitológico, a pesar de los miles de años que han pasado, y a pesar de lo mucho que se ha cotidianizado el pollo! Esta familia tan mexicana, no encontró mejor manera de agradecer los servicios de mi hijo que llevarle un pollo, como Sócrates, para celebrar la buena salud.

Estaba leyendo el correo, cuando me llamó mi hijo y comentamos la coincidencia y justo me decía que el pollo había adquirido una nueva connotación para él. Esta familia le había traído más que el almuerzo, lo había honrado nada menos que como en la Grecia antigua se honraba al dios de la Medicina y así, con toda ceremonia, se comió el pollo.

Yo me quedé pensando: ¿qué debe hacer un médico cuando lo honran con los mismos ritos que un dios?

Pues comportarse como tal. Seguir velando con mucho celo por la salud de sus pacientes, estudiar siempre de manera aplicada y, en fin, seguir los consejos que daba el Dr. Monge en su artículo.

Ahora que ha finalizado la huelga de los residentes, a quienes admiro muchísimo, porque he visto pasar por esa etapa que es tan sacrificada y tan dura a dos de mi hijos, les dedico a todos (médicos generales, residentes, especialistas, médicos pensionados) un pollo y que esta ofrenda milenaria sirva siempre para celebrar ese compromiso –heredado de Esculapio– que todo médico debe tener con la salud del pueblo.