Doble moral

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En el 2007, Vinicio y Lorna Chacón, periodistas del Semanario Universidad , bajo la dirección de Laura Martínez, destaparon la infamia de lo que se conoció como “el memorándum del miedo”, manual en diez pasos contra la democracia, originado en Zapote y escrito por Kevin Casas y Fernando Sánchez.

La reacción del entonces ministro de la Presidencia, Rodrigo Arias Sánchez, con el apoyo de un columnista de La Nación y los diputados de las fracciones afines al oficialismo, fue atacar al medio de prensa, acusándolo de haber obtenido el documento de manera ilegal. Pretendieron desviar la atención hacia la forma y no el contenido.

Ocho años después, un periodista de La Nación saca a la luz el caso de un vicemininistro de esta administración. Contrario a la coherencia esperada de quienes pregonaron ser distintos, vemos el mismo discurso descalificador hacia la prensa para desviar la atención y no referirse al mensaje. Es equivocado pensar que nuevamente la gravedad de lo denunciado se reduzca a un pleito de buenos y malos: hoy, como en el 2007, se trata de atentar contra la institucionalidad democrática.

Ver al diputado Víctor Morales Zapata solicitar la renuncia de la procuradora por denunciar al viceministro que la llamó con intención de influirla, según se desprende de la propia declaración de Soley, sería un acto más de de este circo político, si no fuera porque Zapata también sufrió la persecución y el linchamiento político por hechos que sí sucedieron pero que fueron conciliados según el ordenamiento jurídico de nuestro país.

¿Nueva forma de hacer política? No, es doble cara de quien fue víctima de un linchamiento, pero no tiene problema en practicarlo contra quien sí denunció, no solo asumiendo la responsabilidad que le correspondía, sino exponiéndose a estas deplorables prácticas de quienes usan la ética únicamente para adornar discursos.

Democracia lastimada. El resumen de las comparecencias es desalentador para la institucionalidad democrática: el presidente de la República faltó a la verdad cuando dijo a la prensa desconocer el caso; el ministro de la Presidencia sí solicitó un “acercamiento” con la procuradora general de la República; el exviceministro Soley llamó para cumplir con ese acercamiento; sí se habló de embajadas y de salarios y, mucho más grave, sí se habló de la plaza vacante de procurador de la Ética; todo lo anterior, consecuencia directa de la llamada y la solicitud de una reunión por parte del hoy exviceministro Soley, y explicado en un tono de cuento en el que se insinuó que todos los temas fueron abordados por la misma procuradora y el exviceministro fue una “pobre víctima” de tan perversas maneras de comunicarse.

Si ya de por sí el circo de las comparecencias, las negaciones y obviedades tenían ingredientes para la entretención, la cereza del pastel la viene a poner la presidenta del PAC con sus declaraciones en contra de una prensa que, en el 2007 con el Semanario Universidad y, en el 2015, con el periódico La Nación , cumple con lo que es su obligación.

Lastimoso que en su ataque a los medios sea acompañada por algún periodista y alguna ex secretaria general del PAC, pero excelente que salgan a flote los talantes totalitarios que ya han dado indicios de su existencia cuando descalifican como histéricos a quienes osen criticar sus acciones, así vengan escondidas entre frases que pretenden ser pintorescas y coloquiales y no son más que ridículas y ofensivas. Luego del bochornoso espectáculo, es triste ver a quienes pretenden dividir la cosa por bandos, como si fuera una mejenga, cuando la institucionalidad del país es la que sufre por la acción de un grupo de políticos que, sin distingo de color político, abaratan la democracia.