Disciplina fiscal y calidad educativa

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ANKARA – El mundo está entrando en una era postindustrial en la que la manufactura está volviéndose aún más compleja y la competencia ha pasado a ser mundial. Para obtener éxito, los países necesitan, cada vez más, una fuerza laboral muy especializada e instruida. Así, pues, aumentar el nivel de aptitudes impartidas por las escuelas secundarias ha pasado a ser una prioridad urgente, tanto para los países en desarrollo como para los desarrollados.

Para mí, la educación no es un asunto simplemente académico. Nací en una familia de nueve hijos. Mis padres eran analfabetos y ninguna de mis hermanas asistió a la escuela después del nivel de primaria. Sin embargo, en la siguiente generación de mi familia, todas mis sobrinas y sobrinos tienen un título de bachillerato, y la mayoría de ellos han estudiado en la universidad.

La mejora del sistema educativo de un país con más de 16 millones de estudiantes de las enseñanzas primaria y secundaria –más que la población combinada de 20 Estados miembros de la Unión Europea– plantea considerables dificultades fiscales, por lo que la primera medida que se debe adoptar es la de crear una base macroeconómica sólida para la reforma.

Durante muchos años, la elevada deuda pública y la mala gestión macroeconómica obligaron a Turquía a pagar una fuerte prima de riesgo por el tipo de interés en los mercados financieros internacionales: dinero que, de lo contrario, se podría haber invertido en escuelas.

Sin embargo, desde que ocupó su cargo en el 2003 el gobierno del primer ministro, Recep Tayyip Erdoðan, se ha reducido el déficit fiscal como porcentaje del PIB en casi diez puntos porcentuales, del 10,8% en el 2002 al 1% en el 2013; y la relación deuda pública-PIB, del 74% en el 2002 al 36,3% en el 2013. Gracias a ello, los pagos de intereses por el Estado como porcentaje de los ingresos tributarios disminuyeron del 85,7% al 15,3% durante ese período.

Esas mejoras fiscales han liberado fondos para inversiones importantes en educación, sin aumentar la deuda pública. Del 2002 al 2014, Turquía duplicó la proporción correspondiente al gasto en educación en el presupuesto total hasta el 18%, sin afectar a la situación fiscal del país. Desde el 2003, ese dinero suplementario ha permitido al Gobierno contratar a unos 410.000 maestros más, construir 205.000 aulas más y distribuir 1.800 millones de libros de texto gratuitos.

Pero, para competir con motores económicos del mundo como China, debemos mejorar también la calidad general de nuestra fuerza laboral. Del curso escolar 2002-2003 al de 2012-2013, las tasas brutas de escolarización (que incluyen a estudiantes cuya edad es superior o inferior a la del grupo de edad oficial) aumentaron de 96,5% a 107,6% en la enseñanza primaria, de 80,8% a 96,8% en la enseñanza secundaria y de 35,8% a 92,1% en la enseñanza superior.

También se ha reducido el número de alumnos por maestro. En el curso escolar 2002-2003 había 28 estudiantes por maestro en la enseñanza primaria y 18 en la enseñanza secundaria; en el del 2012-2013, habían disminuido hasta 20 y 16, respectivamente; y, en el 2012, Turquía aumentó el período mínimo de enseñanza obligatoria a los 12 años. Se trata de una reforma importante, en vista de que en Turquía la escolarización media de las personas mayores de 25 años de edad asciende tan solo a 6,5 años, frente a una media de más de 11 en la OCDE.

Además, el Gobierno ha mejorado las oportunidades educativas. Como parte del proyecto Fatih para ayudar a los estudiantes desfavorecidos, Turquía ha asignado 1.400 millones de liras ($665 millones) en el 2014 a equipar sus escuelas con conexiones de banda ancha a la red Internet y con la tecnología de la información más reciente. Otras iniciativas, como “Baba Beni Okula Gönder” (“Papá, por favor, mándame a la escuela”) y “Haydi Kýzlar Okula” (“Chicas, vamos a la escuela”), han mejorado la tasa de matriculación por sexos de 91,1 niñas por cada 100 niños en el 2002 a 101,8 niñas por cada 100 niños, lo cual probablemente mejorará la participación de las mujeres en la fuerza laboral de Turquía, que es del 30%, aproximadamente, por término medio, pero del 72% de quienes tienen un titulo universitario.

En vista del tamaño geográfico de Turquía (el doble del de Alemania, pero con una población de tamaño similar), ha sido un gran logro garantizar una buena educación a todos los alumnos, independientemente de su lugar de residencia o sus antecedentes socioeconómicos, pero uno de los éxitos más notables de Turquía desde el 2003 ha sido acabar con la intolerable vinculación entre las circunstancias familiares de un niño y sus posibilidades de éxito en la escuela.

Téngase en cuenta que en el 2003 se podían explicar las calificaciones en los exámenes del 28% de los estudiantes turcos por su posición socioeconómica: dicho de otro modo, cuanto más pobre era el alumno, más bajas eran sus calificaciones en las pruebas PISA. En eso no difería de la media de la OCDE, pero, según las conclusiones del informe del 2012 de la OCDE, solo el 15% de las calificaciones bajas entre los estudiantes turcos podían explicarse por su posición socioeconómica, resultado mejor que el de la media de la OCDE.

Turquía está reduciendo también la distancia que la separa de los países de la OCDE en cuanto a la calidad educativa.

En el 2006, Turquía obtuvo 76 puntos menos que la media de la OCDE en los exámenes de Ciencias y 74 puntos menos en los de Matemáticas. En el 2012, la diferencia había disminuido hasta 38 puntos en Ciencias y 46 puntos en Matemáticas.

En vista de esos logros, puede no ser casual que la tasa de desempleo juvenil también haya disminuido, de 25,3% en el 2009 a 17,3% en enero del 2014, por lo que es inferior a la media –22,8%– de la UE. Lo que está claro es que la mejora de la educación y la intensificación del crecimiento económico van a la par.

Naturalmente, se debe hacer mucho más para que el potencial de desarrollo humano de Turquía llegue a ser realidad, pero el último decenio de reformas educativas y sus beneficiosos efectos demuestran que se han puesto los cimientos para un crecimiento rápido, sostenible y no excluyente.

Mehmet Simsek es ministro de Hacienda de Turquía. © Project Syndicate.