Dinamizar el empleo

El escaso crecimiento se origina en gran medida en el consumo a base de crédito

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A finales del 2015, fueron publicados los datos del tercer trimestre de empleo, producción y balanza de pagos, entre otros.

La tasa de desempleo ampliado, que incluye a los desalentados, se situó en un elevado 11%, a lo cual debe agregarse el porcentaje de ocupados con subempleo que asciende a un 11,7%.

En total, persiste un alarmante 22,7%, equivalente a 492.711 personas desempleadas o subempleadas. Esto, a pesar de que la fuerza de trabajo disminuyó en 20.000 empleados en el último año.

Por otro lado, hay 672.579 personas – una tercera parte del total de ocupados– que no tienen seguro de trabajo o aseguramiento social, según lo define el INEC, lo que se conoce como empleo informal.

Si se toma en cuenta que el desempleo y el empleo precario afecta en mayor medida a los jóvenes, y es más agudo en las regiones más alejadas de la capital, se está en presencia de un grave problema con profundas consecuencias sociales, que repercute en casi 1,2 millones de personas. Por ello, debe constituir el principal objetivo de cualquier política económica.

Bajo crecimiento y caída de exportaciones. Al examinar posibles causas de esta lastimosa situación, vemos que la producción ha venido creciendo menos del 3% en el último año y las exportaciones han caído alrededor de un 16%, luego de disminuir un 3% en el 2014 y crecer solo un 1,5% en el 2013.

Se ha perdido totalmente el dinamismo de la economía y de las exportaciones de bienes, al tiempo que persiste una continua sobrevaluación del colón, como resultado de un aumento desmedido en el endeudamiento externo y los bajos precios del petróleo, ambos elementos temporales e insostenibles.

Algunos hablan que el crecimiento se está acelerando cuando, según la tendencia ciclo, fue un 2,93% menor al 3,31% de hace un año y solo dos décimas mayor que el trimestre anterior.

Para que haya reducción del desempleo y la pobreza, el crecimiento debe ser mucho mayor, y Costa Rica está muy lejos de crecer a ese nivel con las políticas actuales.

Afirma el Banco Central: “En el período julio-setiembre del 2015 el intercambio de bienes, una vez considerados los ajustes metodológicos, condujo a un déficit comercial de $1.688 millones, superior en $250 millones al observado en igual trimestre del año previo, asociado a la reducción de 16,5% en las ventas externas de bienes; a pesar del decremento en las compras internacionales por 4,9%”.

Y en el análisis del crecimiento económico indica el Banco : “El gasto de consumo de los hogares aumentó un 4,6% impulsado, entre otras cosas, por la mejora en el ingreso disponible real (5,9%) , en el salario mínimo real y por el auge en el acceso al financiamiento por medio de préstamos para consumo (15,7%). Por tipo de consumo, destacó el de bienes importados y el de servicios de telecomunicaciones”.

Efectivamente, el escaso crecimiento se ha basado en gran medida en un aumento del consumo a base de crédito. Este rubro de activos del sistema financiero ha crecido un 59,3% en los últimos tres años, y ahora ese monto es mayor que el crédito otorgado a todas las actividades productivas juntas, excepto servicios.

Esto es insostenible y plantea muchas inquietudes sobre la solidez, solvencia y suficiencia patrimonial del sistema financiero y sus deudores ante ajustes económicos extremos que afecten la capacidad de atender las deudas de consumo y vivienda, las que ocupan casi dos terceras partes de las carteras de crédito.

Las lecciones de las recientes crisis y burbujas financieras en diferentes países deben tenerse muy presentes y las entidades supervisoras deben aplicar los stress tests más rigurosos.

Como puede verse, las políticas económicas de los últimos años han privilegiado al consumo sobre la producción y al mercado interno sobre las exportaciones, todo sostenido a través de un desmedido endeudamiento externo y de una reducción excepcional de los precios de los energéticos.

Al mismo tiempo, noticias recientes acerca de la morosidad con la CCSS, de empresas agrícolas e industriales, reflejan la precaria situación en que se encuentran muchas empresas de esos sectores, las cuales, en otras circunstancias y con otras políticas, podrían contribuir significativamente al crecimiento económico y al empleo.

Pero ahora no son competitivas en un entorno de tipo de cambio fijo, cuando, para citar solo dos ejemplos cercanos, en solo los últimos dos años, el peso mexicano se ha devaluado cerca del 40% y el peso colombiano un 67%. De ahí que producir desde esos países podría ser, en las actuales circunstancias, más eficiente que hacerlo desde Costa Rica. Más empresas seguirían trasladando su producción y sus empleos a lugares como estos.

Un aumento de impuestos, como el propuesto por el gobierno, podría afectar, aún más, el crecimiento y aumentar el desempleo a corto plazo.

Conclusión. Por estas razones, el panorama para el 2016 no es alentador, pues no hay propuestas o políticas económicas que estimulen la producción y aumenten el empleo, sino todo lo contrario.

Se necesitan políticas dirigidas a estimular la producción de actividades intensivas en mano de obra, particularmente no calificada, como la agricultura, la agroindustria de exportación y la industria manufacturera, y que el turismo y los servicios aumenten aún más su dinamismo.

Todo esto pasa necesariamente por corregir un tipo de cambio efectivo real multilateral sobrevaluado, que permita lograr un equilibrio en la cuenta corriente de la balanza de pagos y reducir el endeudamiento externo. Es decir, procurar que las importaciones se paguen con los ingresos de las exportaciones de bienes y servicios, incluido el turismo.

Aparte, debería legislarse urgentemente sobre fórmulas de jornadas mixtas y flexibles, que estimulen la contratación de personal, y, asimismo, conceder incentivos adicionales en los cantones alejados o de mayor pobreza relativa.

Corresponde a las autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo promover iniciativas para dinamizar la producción y el empleo, en benéfico de los cientos de miles de desempleados, subempleados o con empleos informales que hoy sufren angustia, desesperación y pobreza.

Álvaro Trejos fue vicepresidente del Banco Central y diputado. En la actualidad se desempeña como consultor en derivados financieros.