Días de guardar

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Para nosotros los católicos, los días de guardar o de precepto son aquellos en los cuales los bautizados debemos asistir y celebrar la santa eucaristía para compartir con nuestros hermanos en la fe, de acuerdo con los cánones 1246, 1247, 1389, 2042, 2180 y 2181 del catecismo de la Iglesia católica. Este artículo no se refiere a esos días, los cuales respeto y trato de observar, claro está.

El título de esta pieza lo tomo prestado de Días de guardar, el primer libro de crónicas de Carlos Monsiváis, rotundo y absoluto intelectual mexicano. Fue publicado en 1970 por el sello editorial Era. Consta de treinta y tres textos cuya orientación es la urbe, principalmente la Ciudad de México. Monsiváis encontró en esa obra el espacio para ejercer su vocación periodística, tal como lo hicieran Tom Wolfe y Norman Mailer en Estados Unidos bajo los parámetros del Nuevo Periodismo.

Yo no me atrevo a tanto, aunque me encantaría poder retratar a San José de alguna manera, porque ha crecido mucho y se siente huérfana.

Memento mori. El año 2016 dejó un recuento de fallecimientos considerables en lo que a celebridades se refiere, no haré una lista para no dejar a nadie por fuera. También murió gente que no es famosa, lo cual es, asimismo, parte de un proceso natural de relojería molecular.

Hablando de la muerte, en Roma, cuando un general entraba triunfante luego de una campaña militar, un siervo se colocaba detrás de él sosteniendo una corona de laurel y diciendo constantemente una frase larga en donde la idea principal era recordarle al héroe del momento que no era un dios y que eventualmente moriría, parte de esa oración es la conocida frase memento mori, que puede traducirse como “recuerda que vas a morir”.

La finalidad de esta costumbre era impedir que el aludido incurriese en ataques de soberbia y pretendiese, como si fuera un semidiós, ignorar las leyes y costumbres de la época. Es de sabios tener presente que no duramos para siempre, de necios sería asumir lo opuesto.

No soy agorero, simplemente constato una realidad ineludible, memento mori queridos lectores, es un hecho que moriremos, la pregunta que cabe formular es cuándo. Lo verdaderamente difícil es saber qué hacer con la vida que nos ha tocado y que además sea de provecho común e individual, buscando un concepto aceptable de felicidad que, aunque transitorio, sea compatible con la convivencia social y que no dañe a terceros.

Aspiraciones. De momento, para este año que comienza, formulo una pequeña lista equilibrada y razonable de mínimas aspiraciones. En primer lugar, espero que la impulsividad de los recién designados gobernantes de las potencias nucleares no nos adelante in extremis el proceso de calentamiento global que se han empeñado en negar con vehemencia.

Le pido al 2017 escuchar más conversaciones inteligentes en vez de ensayadas manifestaciones de ego inversamente proporcionales a la capacidad del emisor. También, sería un hermoso detalle de urbanidad que no mencionen a mi ascendencia mientras conduzco correctamente y algún replicante de películas de autos furiosos me pasa fulgurante en un mínimo espacio que desafía la física y la gravedad.

En lo cauto radica lo bonito, por ello quiero un año con la oportunidad de expresar mis sentimientos y que eso concierna tanto a los demás como una roca lunar, sea poco o nada, porque la vida de cada quien es de cada uno.

Finalmente, celebro cada instante, y los invito a hacer lo mismo, alguien dijo que si le preguntan a las estrellas, ellas dirán que los fugaces somos nosotros.

El autor es abogado.