Destino común y desempleo juvenil

Los jóvenes deben mantenerse estudiando y matricularse en centros educativos de calidad

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El premio nobel 2015 Angus Deaton afirmó en un artículo reciente que la ausencia de capacidad estatal –es decir, de los servicios y la protección que la gente en los países ricos da por sentado– es una de las principales causas de pobreza y marginación alrededor del mundo.

Sin Estados eficientes que trabajen junto con ciudadanos activos y comprometidos, existen pocas probabilidades de que tenga lugar el crecimiento necesario para eliminar la pobreza.

Desafortunadamente, los países ricos, y también el nuestro en posición intermedia, han empeorado las cosas en las últimas décadas, en varios asuntos fundamentales.

Por ello es necesario actuar sobre el reto de recobrar y fortalecer el sentido de destino común como nación desde muchas perspectivas. No podemos excluir, por ejemplo, a los jóvenes que tratan de ingresar al mercado de trabajo, y luego pedir un comportamiento cívico mínimo.

He ahí la importancia que tiene considerar la grave situación del empleo juvenil (personas entre 18 y 24 años). El estudio del INEC (encuesta de hogares 2014) sobre empleo juvenil, recién publicado, que será utilizado ampliamente en este artículo, concluye que, además del alto desempleo, los jóvenes que consiguen un trabajo se enfrentan a menor estabilidad, subempleo y menores ingresos, entre otros problemas, lo cual hace necesario prestar atención a su situación aun estando ocupados.

De la población desempleada total en el 2014, un 45% lo componía el grupo de personas más jóvenes, es decir, alrededor de 99.000 muchachos.

La tasa de desempleo abierto juvenil fue de un 24% (29% en mujeres jóvenes), cerca de cuatro veces la de la población adulta; lo anterior quiere decir que por cada 100 jóvenes que participaban activamente en el mercado laboral, 24 buscaron activamente trabajo, pero no lo encontraron. En el caso de los adultos fueron 6 de cada 100.

Posposición. Muchos jóvenes han postergado su ingreso al mercado laboral. De esta manera, este grupo va a estar compuesto, en parte, por personas con baja instrucción, probablemente ubicadas en empleos de baja calificación con menores beneficios y, por lo tanto, en una situación más vulnerable; por otra parte, se encuentran los jóvenes que están finalizando los estudios universitarios, aspecto que facilitará el acceso a puestos de calificación alta y mejor calidad.

El 59% de estos muchachos están todavía en el sistema educativo, es decir, pueden añadir años y mejorar su nivel de escolaridad. Esto puede prolongar la incorporación al mercado de trabajo, lo que está más acentuado entre las mujeres: trabaja el 24%; estudia el 44%; estudian y trabajan el 12%. Ni estudian ni trabajan un 20%.

Su situación de estudio ya es mejor que la de los adultos, y es de esperar que mejore aún más.

Desde ahora, los jóvenes tienen casi un año más de escolaridad (años aprobados) que los adultos mayores de 24 años. El contraste es notable: 47% de la población adulta se quedó con primaria completa o menos; entre los jóvenes, solo lo hicieron el 17%. Tamaña ventaja de los muchachos.

Subempleo e informalidad. El autoempleo es una opción solamente para los de baja calificación, pues a los jóvenes, el alto nivel educativo, la poca responsabilidad económica y la mayor posibilidad de ser contratados como asalariados puede desincentivarlos a iniciar una actividad de este tipo y, por el contrario, hacer que se mantengan desempleados o estudiando.

Sumado a lo anterior, están aquellos que logran encontrar un puesto de trabajo y se enfrentan a condiciones menos favorables, si se compara con la población adulta. Conforme aumenta el nivel educativo en la población joven, mejora la estabilidad en el empleo y el cumplimiento de garantías laborales.

Las remuneraciones de los jóvenes ocupados varían según el nivel educativo: los que cuentan con primaria completa o menos y secundaria incompleta obtuvieron ingresos similares, ¢219.000 y ¢227.000; quienes completaron la secundaria, cerca de ¢317.000; y con nivel universitario, ¢366.000.

Dos consejos: el Estado y los privados deben ocuparse de políticas y acciones para generar empleo, especialmente para los jóvenes, cosa que apenas comienza a diseñarse y ejecutarse. Esto vale para los grandes sectores de población, y no solo para los modernizantes. No se trata de avanzar, sino de avanzar con el mayor número, con una modernización incluyente.

Los jóvenes deben mantenerse estudiando, cosa que ya hacen, pero pueden hacer más, y matricularse en centros educativos de calidad, cerciorándose de que lo sean.

El autor es economista.