Desgaste peligroso

En el 2016, la democracia era todo para los costarricenses, pero ya en el 2022 dijeron tolerar ‘un gobierno de mano dura’

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Un capítulo especial del Informe Estado de la Nación del 2016, sobre el descontento ciudadano y sus implicaciones para la estabilidad política, alertaba sobre el malestar existente con instituciones de la democracia representativa, como la Asamblea Legislativa, los partidos políticos y el gobierno.

El desempeño de dichas instituciones resulta clave para el sistema democrático y la convivencia colectiva. Si hay una percepción generalizada sobre su mal funcionamiento, porque no hay suficiente credibilidad o no pueden procesar de forma adecuada las demandas de la población, los mecanismos de construcción de la confianza empiezan a mostrar fisuras y la gente preferirá otras formas de organización de la sociedad, que le resulten quizá más ortodoxas en sus mecanismos de traducción de las necesidades y más eficaces e inmediatas.

En ese capítulo especial del informe, se reconocía que aun con el malestar evidente, existían mitos fundacionales sobre los que se fundamentaba la comunidad política costarricense para sostenerse. Uno de ellos, la creencia en que la democracia es preferible a otras formas de gobierno.

Si estas ideas fundacionales empiezan a falsearse, encontrarán terreno fértil manifestaciones, creencias, opiniones y prácticas basadas en esquemas en los que justamente entrarán en juego otros procedimientos basados en la verticalidad, la ausencia de diálogo, la toma de decisiones unilaterales y la utilización pragmática de las instituciones democráticas para fines espúreos.

El peligro de que los mitos fundacionales entren en un proceso de desgaste es que encuentren en su camino opiniones que terminen por aceptar como naturales otras formas de organización social, donde la democracia no tenga espacio ni sea valorada.

En el último semestre del 2022, el Instituto de Estudios Sociales en Población (Idespo) de la Universidad Nacional (UNA) presentó los resultados de un estudio de percepción de opiniones públicas entre el que se indicaba, de forma alarmante, que un 90 % de la población consultada entonces toleraba “un gobierno de mano dura”.

Estos datos fueron corroborados por los últimos análisis del Latinobarómetro 2023, publicados hace pocos días, que muestran una caída dramática en el apoyo de la población costarricense incluida en el estudio a la preferencia de la democracia por sobre otras formas de gobierno.

Es notorio el desgaste del mito fundacional que sostiene la comunidad política que somos. También es claro el riesgoso rumbo que puede tomar el decantarse por opciones que este país conoció en su historia, al configurarse como Estado y que fueron abandonadas gracias a la claridad de hombres y mujeres de múltiples ideologías, pero visionarios en su actuación al despuntar la Segunda República.

Es válido un examen riguroso del desempeño y alcance de la democracia y sus instituciones en una época de cambio. También, la convivencia cotidiana está fuertemente amenazada.

La creencia en la mano dura puede llevarnos a suponer, por ejemplo, que es posible maltratar a personas de la calle impunemente, como ocurrió recientemente con una figura de autoridad, aparentemente en funciones, en el centro de la capital.

La horizontalidad en los mecanismos de relación, diálogo y negociación deben primar como estrategias para afrontar el desgaste de la democracia y sus instituciones. Nos conviene a la totalidad para seguir construyendo esta sociedad como proyecto colectivo.

guillermo.acuna.gonzalez@una.cr

Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNA.