Desempleo juvenil, la ‘generación de las sobras’

Se necesita una intervención nacional con tutorías, sistemas de cuido para niños y pago de pasajes

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En días pasados, Nuria Marín escribió un artículo sobre la generación de jóvenes adultos que se quedó sin oportunidades para estudiar y crecer. Para identificar a este grupo les dijo “ninis” o la “generación olvidada”. Yo, lamentablemente, la veo como la generación de las sobras. Reciben clases en los espacios que sobran de los colegios diurnos; sus docentes les enseñan con la disposición que les sobra, porque la gastaron con sus estudiantes matutinos; y hacen un enorme esfuerzo por aprender con lo que les sobra de energía, después de largas jornadas manejando camiones repartidores bajo el sol y soportando presas, cuidando personas mayores o como empleadas domésticas.

Hacen un enorme esfuerzo por estudiar y superarse, a pesar de haber hecho el “duelo del estudio”, es decir, resignarse a “quedarse tontos”, como me dijo alguna vez un estudiante. Lo intentan pese a que tienen todo en contra.

Las becas escasean porque reciben lo que sobra de los presupuestos nacional y local; tratan de poner atención con hambre, porque es un milagro conseguir que el MEP apruebe los comedores nocturnos; son pocas las tutorías y apoyos individualizados, carecen de redes de cuido para sus hijos, las clases son en las noches y terminan casi a las 10 p. m., por lo que ponen en riesgo sus vidas al volver a casa cerca de las 11 p. m., ya que el MEP no autoriza el transporte diario.

El personal docente se queja de no haber sido formado para atender a esta población. Eso explica por qué sermonean a sus estudiantes como si fueran de primaria, pero les delegan la responsabilidad de aprender con poca asistencia porque son adultos.

Disciplina para el estudio

Pocos entienden que lo importante no es hasta qué grado llegó, la pregunta es ¿hace cuánto no estudia formalmente? De eso depende la habilidad para incorporar a la vida diaria la disciplina que exige estudiar, cuando hay muchas otras tareas y responsabilidades (trabajo, gestión del hogar, cuido de familiares, citas médicas, limpiar, etc.) que compiten por tiempo y atención con el estudio. Si el estrés es un factor que impide el aprendizaje, es un milagro y producto de una gran perseverancia el triunfar en estos sistemas.

Hay que resolver desde lo básico, desde el hambre con la que estas valientes personas llegan a clases, hasta con los seguimientos diarios para sostener su motivación.

Se necesita una intervención nacional con un voluntariado que sea capaz de dar tutorías; un papel y horario más flexible de las bibliotecas públicas; sistemas de cuido para dejar a sus hijos y pago de pasajes de bus para que puedan estudiar en paz. Es vital contar con servicios profesionales para que les hagan diagnósticos psico-educativos para adultos, para identificar las diferencias de aprendizaje que les impiden avanzar y que no fueron identificadas durante su paso por el sistema diurno formal.

Si bien es cierto que hay varias iniciativas de ONG que hacen un gran aporte, lo cierto es que son gotas en el desierto. El MEP no puede ni con su población infantil ni juvenil, difícilmente podrá atender bien a esta población. La respuesta tiene que venir del sector privado y de la educación no formal, para ajustarse a la realidad.

En el diálogo nacional por la educación que tanto promulga el Estado de la Nación y que ningún sector acoge, la “generación de las sobras” debería ser la prioridad porque de su progreso inmediato, de su paso del trabajo informal al formal y de obtener mejores ingresos, depende el desarrollo de todo el país y que la niñez y la adolescencia se mantenga en el sistema educativo formal, pues sus madres y padres apreciarán el valor de estudiar.

lilly.edgerton@gmail.com

La autora educadora de adultos y comunicadora para el desarrollo.