Derrotas y victorias del primero de mayo

El aparente gran perdedor, Ottón Solís, da la impresión de ser, en realidad, el gran ganador

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Existen derrotas que parecen victorias y victorias que parecen derrotas. Los resultados de la elección del nuevo Directorio legislativo son evidencia de ambas realidades.

El aparente gran perdedor, Ottón Solís, me da la impresión de ser, en realidad, el gran ganador: presentó un agenda legislativa sin oportunismo y sin temor; logró el apoyo unánime de su fracción durante las tres votaciones; y concitó el respaldo de 24 diputados –5 de ellos socialcristianos– con lo cual duplicó el número de votos con que contaba cuando presentó su candidatura.

Liberación Nacional. Por otra parte, el aparente gran ganador fue el Partido Liberación Nacional (PLN) que, no obstante, a la luz de un análisis más cuidadoso, podría ser el gran perdedor de esta jornada. Su decisión de impulsar –como única opción aceptable– a un candidato sin agenda conocida y que además representa todo lo contrario a lo que Liberación Nacional pregona en materia de derechos humanos, dejó a ese partido desnudo ante amplios sectores.

Sumado a ello, Liberación Nacional, en el empeño de impedir que Ottón Solís ganase la presidencia legislativa, terminó votando en contra de la agenda presentada por él, que, en lo esencial, es lo que Liberación –convencido de haber ganado ya las elecciones de febrero próximo– necesitaría para iniciar su supuesto mandato en condiciones menos apremiantes de las que, si no se hace nada en materia de gasto e ingreso público en los próximos doce meses, recibiría el gobierno en mayo del 2018.

En todo caso, dudo mucho que Liberación pueda ganar las elecciones después del papel hecho por su candidato el pasado primero de mayo en el Parlamento.

Frente Amplio. El Frente Amplio, por acción y por omisión, terminó coadyuvando a materializar su peor pesadilla: que la presidencia de la Asamblea quedara en manos de un diputado representante del conservadurismo a ultranza, antítesis del presunto progresismo del FA.

Sin brújula ideológica para guiar sus decisiones, el FA se dividió en tres segmentos, dos de los cuales –5 de 9 diputados– terminaron votando de forma tal que se agregaron a los votos de Liberación Nacional en favor del nuevo presidente.

PUSC. En el caso de la Unidad, la lucha de tendencias pasó su factura; la escogencia del jefe y el subjefe de la fracción fue el motivo –o pretexto– para que los tres diputados que respaldan la precandidatura de don Rafael Ortiz, incluido él, terminaran aliados con el PLN y votando en contra del candidato propuesto por la fracción socialcristiana. A pesar de que el precandidato Ortiz pasó la semana sosteniendo que votaría por el candidato de su partido.

Papel del Ejecutivo. Finalmente, el Poder Ejecutivo, por no querer al mensajero, se quedó sin el mensaje. La agenda propuesta por don Ottón era buena para que este gobierno terminara bien. Aunque no lo vetó, el Ejecutivo tampoco movió un dedo para apoyarlo.

El resultado es que el Directorio legislativo quedó en manos de quienes llegaron sin agenda alguna. Dicho lo dicho, confirmo que no todas las victorias son tales ni todas las derrotas lo son.

En lo personal, quedo con una innegable tranquilidad: representé con dignidad a mi fracción, decliné mis aspiraciones cuando hacerlo convenía al partido y voté por un hombre íntegro y una agenda responsable. En el ámbito íntimo, me queda el sabor de la victoria.

El autor es diputado del PUSC.