¿Democracia sin representación?

Debemos considerar el abstencionismo como una postura política que no debe ser ignorada

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El 7 de febrero desperté con la noticia que confirmaba la segunda ronda. Llevaba mucho tiempo buscando trabajo y, después de leer las reacciones de otros jóvenes, todo un entramado sobre dilemas morales, posturas políticas y una creciente inquietud en torno al futuro socioeconómico del país, me sentí, francamente, desesperanzada.

Con doscientos años de vida independiente, el resto del mundo admira nuestra fuerte democracia, pero con 16.565 votos nulos, 10.111 en blanco y un porcentaje de abstencionismo del 40,29% (el mayor desde 1953), ¿se puede hablar de una auténtica democracia participativa?

A pesar de que para este año se postularon 25 candidatos, ninguno motivó a ese 40,29% de costarricenses a movilizarse a votar. Por eso, más que señalar la apatía de este grupo, debemos considerar el abstencionismo como una postura política que no debe ser ignorada.

Durante el 2016, Costa Rica fue catalogada por el Banco Mundial como el noveno país más desigual del mundo y, según la Encuesta nacional de hogares (Enaho), durante el 2021, el coeficiente de Gini per cápita —indicador económico de la desigualdad— alcanzó el valor más alto desde el 2010.

En desigualdad, el panorama no se presenta de manera muy distinta para la población joven: un alarmante 46% está fuera de la educación formal y no cuenta con empleo.

En el heterogéneo grupo, la exclusión alcanza a muchas personas en aspectos como oportunidades laborales, brecha tecnológica y educación desigual e inconsistente con el mercado.

Como electora joven, me siento excluida, desligada de nuestros líderes, porque me resultan extraños, sin legitimidad política. En el proceso de elegir entre “el malo” y “el peor”, el descontento guio el voto tanto para no elegir como para apoyar a algún candidato con tal de expresar oposición contra otro.

En un país de tan diversos matices socioeconómicos y creencias, quien gane la segunda ronda deberá saber dialogar, alcanzar consensos y comprometerse con el bien común.

Elijamos sin pensar únicamente en nuestro beneficio personal, decidamos por una Costa Rica inclusiva. Nuestros líderes están para representarnos, no para imponerse, y sus acciones legítimas o ilegítimas también hablan sobre nosotros.

La autora es estudiante de Farmacia y Comunicación en la UCR.