Defendamos la Caja

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Nosotros somos un par de buenos amigos que, aunque nos une una larga cadena de adjetivos tales como: solidarios (siempre), bondadosos (a veces), honorables (casi siempre), leales con nuestras empresas, nuestros empleados y amigos (siempre), fraternales (siempre) y amantes fieles de la justicia y la verdad, aunque no dejamos de cometer errores que reconocemos y tratamos de enmendarlos... también negamos haber prestado nuestro nombre para salpicar a una Institución tan noble, tan humana y tan apaleada como nuestra querida y benemérita Caja Costarricense de Seguro Social.

Cuando don Alberto Cañas y el Dr. Guido Miranda, reconocidos adalides de la institucionalidad costarricense, nos comentaron que la Caja estaba al borde del colapso financiero, conformamos un grupo que se abocaría al estudio de los problemas macro que estaban despedazando la Caja.

Encontramos errores gravísimos como el portón que abrió la administración Arias Sánchez que permitió la “estampida” (pero hacia adentro) de 11.300 personas que llegaron a parasitar en el frondoso roble que vela por la salud. Y es que muchos, bien y malintencionados, creíamos que la Caja era una enorme plantación de árboles que producían fantásticas cosechas de billetes grandes, inagotable... Ahí había plata para todos, para no pocos médicos que con el sudor de la frente correteaban los pasillos, ordenaban biombos, tomaban medicamentos caros para sus pacientes, y se recetaban agotadoras horas extras mientras dormían plácidamente en la tibia camita de su habitación. Y constatamos cheques de prestaciones por ¢203 millones, legítimamente calculados pero que contribuían a la interminable “hemorragia” que estaba desangrando la Institución.

Controlar a casi cincuenta mil empleados, esos “no se ven desde abajo” como escribió en LaNación Ana Graciela Martínez, “defensora” de la CSSS, muy bien enterada de ciertos casos que son del dominio de algunos médicos a quienes les cayó la bomba que lanzó la Junta Directiva de La Caja, bomba que ya había prefabricado la OMS, la había engalanado la Comisión de Notables y la habíamos diseccionado en el Grupo Miranda-Cañas.

La bomba era definitiva: hay que dejar de pagar las horas extra a los dormilones (¢ 300.000 por guardia de una noche) y cambiar por la disponibilidad.La Junta Directiva, con la Dra. Ileana Balmaceda a la cabeza, se dio a la tarea de ordenar la casa, reorganizó gerencias y comenzó a tomar medidas heroicas que le valieron hasta el ilegal intento de negarle el derecho de asociación.

Defendamos la Caja, pero apegados a la disponibilidad financiera, porque no se vale salvar hoy a unos cuantos pacientes para que mañana quede indefenso todo un pueblo.

Rodolfo Borbón S.y Enrique Castillo N. Miembros del Grupo Miranda-Cañas, grupo asesor de la Junta Directiva de la CCSS