De estudio, trabajo y delincuencia juvenil

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En un mundo ideal, sin duda el mejor lugar para un adolescente es un aula en donde se pueda educar y de esta manera prepararse para buscar un mejor nivel de vida en el futuro.

Sin embargo, muchos factores atentan contra esta opción, por ejemplo:

a) Un sistema educativo que no logra atraer a los jóvenes y que se convierte en excluyente.

b) Una mala distribución del ingreso, que genera un estado de extrema pobreza que no ha logrado ser abatido por el programa de becas del Gobierno, y que no permite a estas familias invertir esfuerzos económicos en educación.

c) Falta de incentivos a nivel familiar para motivar a los jóvenes a continuar sus estudios con éxito.

Jóvenes marginados. Sea cual sea el motivo, el problema es que hay miles de jóvenes mayores de quince años que no se encuentran realizando ningún tipo de actividad productiva, muchos de ellos provienen de los sectores más afectados por la desigualdad en la distribución del ingreso, no pocos, lastimosamente, han pasado a engrosar las estadísticas judiciales como autores o sospechosos de la comisión de ilícitos, sobre todo contra la propiedad, siendo este tipo de delitos los de mayor incidencia a nivel nacional, producto de las deplorables condiciones socioeconómicas en que viven los sectores más marginados del país, a la postre el sector del que más se nutre el sistema penal .

Porque convivo día a día con jóvenes en conflicto con la ley, conozco que muchos de ellos toman el camino de la delincuencia ante la ausencia de oportunidades laborales, hecho que, si bien no justifica su actuar, sí lo hace entendible en una sociedad como la actual, que privilegia las posesiones materiales, en donde estos jóvenes se ven bombardeados por publicidad que los invita a consumir bienes casi como una obligación para sentirse aceptados por sus pares, no es de extrañar que pretendan obtenerlos por la vía más accesible a su deplorable nivel económico, aunque esta sea ilegítima.

A pesar de que nuestra legislación laboral permite el trabajo de los menores a partir de los 15 años, cuando se cumplan especiales garantías a su favor, tanto de horarios como de labores a realizar, lo cierto es que a partir de la eliminación del permiso de trabajo por parte del PANI, subsiste en nuestra sociedad la creencia de que, como no existe este documento, hay una prohibición total para trabajar para este grupo etáreo.

Abusos. En mi practica profesional, como defensor público penal juvenil, me he topado con situaciones en donde un juzgador impone como sanción a un joven la condición de mantenerse laborando, y ante la imposibilidad de conseguir trabajo por las razones apuntadas, se acercan a ciertos “empresarios” quienes, jugando al “buen samaritano”, los emplean en condiciones casi de esclavitud. Solo para ilustrar, un joven de dieciséis años a quien defendí, con tal de mantenerse laborando y cumplir la sanción impuesta se empleó en una ebanistería con un horario de 60 horas semanales, percibiendo un salario de ¢20 000 al mes, es decir ni ¢1000 por 12 horas de trabajo, y claro, sin ningún beneficio de la seguridad social, monto que, según el patrón lo pagaba como un favor, asumiendo él un “riesgo”, pues si en el Ministerio de Trabajo se conocía que empleaba a menores de edad le podían cerrar su negocio.

Lamentablemente, abusos como este no son la excepción. Por mi parte dirigí a sus padres hacia el PANI y la Oficina Regional de Trabajo para obtener un simple documento en donde se explicara al empresario que sí existe permiso de laborar para un joven de esa edad, y la respuesta obtenida fue que no podían darlo por no estar dentro de sus competencias.

A mi modo de ver, casos como este no deberían darse nunca. Conociendo la cantidad de jóvenes que se han alejado del sistema educativo –en ocasiones resulta inexplicable cómo jóvenes de quince o más años aún no saben ni siquiera escribir su nombre y deben usar su huella dactilar como firma y que por su situación socio económica deben aportar dinero para cubrir las necesidades de sus respectivas familias, resulta imperioso que instituciones como el PANI y el Ministerio de Trabajo informen, tanto sobre la opción de laborar que estos jóvenes tienen , así como de los derechos que como seres humanos ostentan al momento de desempeñarse como trabajadores.

El aula es el lugar ideal para un joven, pero, a falta de esta opción, la vagancia o la explotación no pueden ser la respuesta.