Cuatro elecciones

Estabilidady desafíos en Brasil, Uruguay, Túnezy Ucrania

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No es frecuente que se produzcan en un mismo día cuatro importantes elecciones en tres continentes. El pasado domingo ocurrió una de estas raras coincidencias.

Brasil celebró su segunda ronda presidencial y Dilma Rousseff fue reelegida con la menor diferencia porcentual de votos en la historia del país.

Uruguay acudió a comicios generales. El oficialismo mantuvo la mayoría legislativa, pero –como se esperaba– su candidato a la presidencia, Tabaré Vásquez, no superó la barrera del 50% y deberá medirse, a finales de noviembre, con el opositor Luis Lacalle Pou.

Túnez, en sus etapas iniciales de vida democrática, otorgó el 39,71% de los votos al nuevo partido laico Nidaa Tounes, que superó a sus rivales islamistas y podrá formar gobierno con otros aliados.

En Ucrania, los partidos pro europeos se impusieron fácilmente sobre los extremistas y herederos del viejo orden. Las formaciones encabezadas por el presidente Petro O. Poroshenko y el primer ministro Arseniy P. Yatsenyuk dominarán el Parlamento.

Estables y legítimos. Para satisfacción propia y del hemisferio, Brasil y Uruguay muestran la mayor legitimidad y estabilidad política entre los cuatro países.

Rousseff fue duramente castigada, y con razón, por el 48,3% del electorado que apoyó a Aécio Neves. En gran medida, le cobraron la recesión económica, los escándalos de corrupción y el continuismo de su centro-izquierdista Partido de los Trabajadores. La recta final de la campaña fue en extremo violenta y generó una inusitada polarización. Producto de la primera ronda, además, el Congreso quedó severamente fragmentado.

Todo lo anterior conduce a pronósticos reservados sobre su nuevo período en la presidencia; sin embargo, no pone en riesgo la esencia misma del sistema democrático brasileño, que, más bien, salió fortalecido.

En la primera ronda uruguaya, el expresidente Vásquez obtuvo una cómoda pluralidad (47,9%) y quedó en muy buena posición para la segunda. Tras diez años del mismo partido, al país le convendría un cambio; sin embargo, todo indica que, de nuevo, los votantes apostarán por la centro-izquierda más sensata y realmente progresista de Sudamérica. Cualquiera sea el resultado, casi con certeza Uruguay seguirá por buen camino.

Difícil consolidación. Túnez ha dado un nuevo y estimulante paso para consolidarse como el único protagonista de la Primavera Árabe que ha evitado el caos o la dictadura. En el contexto norafricano y del Medio Oriente, ha sido un caso ejemplar.

Sin embargo, aún enfrenta riesgos múltiples. El fantasma del sectarismo interno, siempre presente, no parece ser el mayor: los islamistas del partido Ennahda ya han dado muestras de pragmatismo y relativa moderación; todo indica que seguirán trabajando dentro del marco democrático. Por esto, los mayores retos son el curso de la economía, la acción del terrorismo, la seguridad de las fronteras y las expectativas populares crecientes, pero incumplidas.

La nueva coalición que ejercerá el poder deberá convertir muy pronto la legitimidad que le otorgaron los votos –siempre volátil– en aquella que se asienta en la buena gobernanza. De lo contrario, podría venir un nuevo período de inestabilidad.

Paradójicamente, es la europea –pero también exsoviética– Ucrania el país más asediado por la incertidumbre. El mayor de sus peligros se llama Vladimir Putin, empeñado en mantener en jaque la integridad del Estado tras la arbitraria anexión de Crimea. Sus aliados y fichas del sudeste ucraniano impidieron que las elecciones se celebraran en los territorios que dominan; en su lugar, siguen adelante con otras para legitimar su “autonomía”.

Pero hay más nublados en el horizonte. Muchos resortes del poder de Ucrania están en manos de una oligarquía cleptocrática que se niega a perder control político y económico. La economía pasa por un grave proceso de recesión. La burocracia es abultada e ineficiente. Las fuerzas armadas se encuentran debilitadas y desorganizadas. Las reformas financieras e institucionales necesarias para acelerar una mayor incorporación a Europa se han estancado, y, cuando se apliquen, afectarán de inmediato a amplios sectores, antes de comenzar a rendir frutos.

Ante un panorama de esta índole, el binomio Poroshenko-Yatsenyuk, recargado con el resultado electoral, deberá hacer virtuales actos de magia para reencauzar al país, proteger su integridad y, de paso, garantizar combustible para el invierno.

Factores múltiples. Es un hecho que no solo las elecciones, aunque sean libres y competitivas, garantizan el ejercicio cotidiano de la democracia, la estabilidad, la gobernabilidad y el progreso. A ellas deben añadirse otros factores: instituciones funcionales, Estado de derecho, transparencia, rendición de cuentas e intolerancia hacia la impunidad. Y, cuanto mejor integrada, más vigorosa y mejor educada sea la sociedad en la que todos esos factores se sustentan, mayores serán las posibilidades de éxito.

Aunque con deficiencias y contradicciones, Brasil y, sobre todo, Uruguay están mucho más avanzados en la consolidación del andamiaje democrático, que casi forma parte de su ADN nacional.

A Túnez y Ucrania aún les falta mucho camino por recorrer. Ambos tienen recursos propios para mejorar, pero requieren una vigorosa, sostenida e inteligente cooperación –y también presión– internacional para sortear las tempestades de hoy. De lo contrario, las buenas expectativas generadas por las elecciones podrían convertirse en un episodio sin adecuada continuidad.