¿Cuál ingobernabilidad?

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El gobierno actual y la clase política de este país están de plácemes porque a alguien se le ocurrió decir que los problemas políticos se deben a la ingobernabilidad de la nación. A don José María, a su Gabinete y sobre todo a su equipo económico les cayó como maná del cielo el argumento de la ingobernabilidad.

No me extraña que alguien plantee, en momentos de descalabro gubernamental e institucional, que la crisis se debe a la ingobernabilidad. Lo contrario hubiese sido más extraño. Afirmar que la crisis se debe a la incapacidad del gobierno y de la élite política es menos original y más riesgoso...

A lo largo de la historia, cierta clase de intelectuales se ha encargado de decirle a los políticos lo que estos quieren oír. Son intelectuales con vocación de poder, no de verdad. Pertenecen a la estirpe platónica y hegeliana del pensamiento, donde lo más importante es el Estado y el poder, no el individuo y la verdad. Además, estos intelectuales hacen recordar el ejemplo de Sócrates y Cicerón, quienes al enfrentarse al poder perdieron sus vidas...

El argumento de la ingobernabilidad me parece equivocado desde el punto de vista filosófico e histórico. Filosóficamente, al subrayar el énfasis de la responsabilidad de la crisis en el sistema político, se disminuye la responsabilidad del gobernante. Es el sistema político el que no sirve, no el gobernante. Ergo, son las leyes, expresión de ese sistema político inservible, lo que hay que cambiar. De esa manera la responsabilidad del gobernante pasa a segundo o tercer plano aunque siga detentando el poder. En otras palabras, las mieles del poder para el gobernante, la hiel del poder para el sistema político. !Qué cómodo!

Encuentro que este argumento de la ingobernabilidad que sitúa la responsabilidad de la crisis exclusivamente en el sistema político y no en los hombres políticos es la continuación de nuestra cantata histórica de creer que el frío está en las cobijas. En América Latina desde tiempos ignotos nos acostumbramos a echarle la culpa de nuestros males al vecino o a cualquier instancia que fuera útil para esos efectos. Cualquier argumento era bueno para responsabilizar a quien fuese con tal de no responsabilizarnos nosotros mismos por haber creado un subcontinente de ignorancia, dictadores, tugurios y sobornos.

Es cierto que hay muchas cosas del sistema político que necesitan ser cambiadas. Todo lo que contribuya a aumentar el control de los ciudadanos sobre sus gobernantes es bienvenido. Todo lo que debilite el poder central para evitar que tiranos como Somoza, Castro o Fujimori se alcen con el poder o que dictaduras institucionalizadas como el PRI, las oligarquías o los sindicatos se sirvan con cuchara grande del pastel nacional, es bienvenido. Todo lo que contribuya a abrir más nuestra sociedad al escrutinio total, a la competencia económica y al debate periodístico y científico irrestricto también es bienvenido.

Es cierto, el sistema político necesita transformaciones. Pero lo que no es cierto es que haya ingobernabilidad por culpa del sistema político. El gobernante es elegido precisamente para gobernar. Una vez electo no puede decir que el país se ha vuelto ingobernable porque eso sería afirmar que no es apto para la tarea para la que fue electo. Como vemos, este argumento de la ingobernabilidad, por falaz, se torna harto peligroso...

Los buenos gobernantes en el pasado no optaron por el argumento de la ingobernabilidad en momentos más difíciles que el actual. Gobernar significa usar el poder para el bienestar del mayor número. Para arreglar nuestros caminos, ordenar nuestras aduanas, mejorar nuestras escuelas, cobrar los impuestos, despedir a los vagabundos, encarcelar a los corruptos, etc., no es necesario transformar el sistema político o crear nuevas leyes. Lo necesario es gobernar con inteligencia, realismo y honestidad.

La historia no tiene leyes que la rijan. El destino de los hombres y de las naciones está determinado por las acciones de esos hombres y de esas naciones. En Costa Rica no hay ingobernabilidad. Lo que podría existir es un gobierno que no sabe gobernar... Probablemente, lo único ingobernable en nuestro país es esa tendencia centenaria a no afrontar la realidad y actuar con decencia e inteligencia para hacer lo debido.