Crisis política en Costa Rica

Costa Rica padece de una democracia sin rumbo, de un pueblo moralmente enfermo

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No cabe duda de que Costa Rica está viviendo una de las peores crisis de conducción política de las últimas tres décadas. Hay una seria preocupación en la sociedad costarricense que mira cómo sus líderes no responden con inteligencia y capacidad a las demandas sentidas y latentes que le formula la sociedad civil, y que se expresa en un descontento popular reiterativo en diversos campos de la vida nacional.

Es un fenómeno curioso pues pareciera que el lenguaje del pueblo, sus sentimientos y necesidades más inmediatas no son comprendidas por los políticos de turno, mientras los problemas se acumulan y no hay solución pronta y cumplida a sus demandas.

Pareciera que el interés de los políticos se centra en una preocupación por la inmediatez del control político entre partidos que los hace vivir en un electoralismo permanente. Resolver los problemas de la basura y mejorar la infraestructura y el equipamiento educativo, por poner dos ejemplos, no es una prioridad para ellos por años.

Por ser un tema muy amplio, examinaremos tres tendencias, a manera de indicadores, donde podemos observar la degeneración paulatina que ha sufrido nuestro sistema político, y señalaremos un ejemplo en cada área, sin que esto agote el tema, de por sí muy complejo.

Un primer ejemplo es la novela que hemos vivido los costarricenses en los últimos años con la construcción de la carretera a Caldera. Desde su adjudicación, inicio de obras, puentes de dos carriles, pasando por la construcción de taludes verticales, rotura del manto acuífero de Barva, hundimiento del kilómetro 47 y demás desaciertos constructivos de todos conocidos y documentados. Todo lo anterior muestra a un país secuestrado por un pequeño grupo de políticos y tecnócratas que siempre tienen una justificación para la mala gestión que realizan.

Un segundo ejemplo muestra cómo un expresidente que vivió años fuera del país y que fue el responsable del cierre del Banco Anglo y de los ferrocarriles en Costa Rica, y en años recientes cuestionado, ofrece una entrevista donde sale exorcizado de todos los cuestionamientos morales de que ha sido objeto y, en un dos por tres, lo tenemos de nuevo en Costa Rica.

Gracias a su verbo fácil y sus modismos, se recibe como un héroe por los seguidores de siempre y poco falta para que sea candidato a las elecciones del 2014.

Democracia enferma. Costa Rica padece de una democracia sin rumbo, producto de un pueblo moralmente enfermo y sin ruta, como consecuencia de un deterioro acelerado de los valores democráticos que otrora fueron nuestro orgullo. Ahora, lo más importantes para muchos sectores de la población es vivir a costa del Estado y a la sombra del poder.

Este tercer ejemplo plantea, curiosamente, un dilema. Costa Rica es un país pequeño, su geografía crea divisiones territoriales menores denominados cantones en donde la mayoría de la población se conoce. Por ello no parece difícil que se puedan elegir cada cuatro años ciudadanos con cualidades éticas y morales y suficiente preparación académica para administrar una empresa que se llama municipalidad.

Sin embargo, esto no ocurre ahora. Entre quince y veinte alcaldes elegidos en las dos últimas administraciones tienen causas pendientes, sean administrativas o judiciales, como consecuencia de conductas alejadas de sanas prácticas administrativas. Muchos de ellos utilizaron el cargo para servirse o hacer negocios con dineros del pueblo que los eligió.

Este breve análisis muestra la crisis política por la que atraviesa nuestro país en este momento. Lamentablemente, el pueblo ya no cree en los políticos, porque justamente son ellos los responsables del déficit fiscal, de la crisis de la Caja, de la inseguridad ciudadana, del aumento de la pobreza y de la corrupción galopante.

En suma, Costa Rica perdió su principal virtud: la honradez y la ética en el ejercicio de la función pública.